El 6 de agosto de 1915 se produjo uno de los momentos más sobrecogedores de los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), en el Frente Oriental. Ese día, cerca de un centenar de soldados de la Cuarta Compañía del 226° Regimiento de Infantería Zemlyanskii del Imperio Ruso, emergió gritando de los escombros y trincheras de la devastada fortaleza de Osowiec, en la actual Polonia. Su objetivo: Cargar con bayoneta contra siete mil soldados del Octavo Ejército del Imperio Alemán, quienes atacaban por décima vez para tratar de conquistar las ruinas de la fortificación.
El paisaje era apocalíptico. La devastación causada por el masivo uso de la artillería durante cerca de seis meses de asedio y ese día, del temible gas cloro, había arrasado con los defensores, envenenando todo y cubriéndolo de una gruesa capa de color verde que volvió amarillas las pocas hojas que quedaban en los marchitos árboles, haciendo del campo de batalla un lugar aún más lúgubre y siniestro. La visión que allí siguió fue sobrecogedora para las tropas alemanas que avanzaban. Los rusos, bajo el mando del Teniente Vladimir Karpovich Kotlinsky, cargaron contra el enemigo, exhaustos, enfermos, famélicos, envenenados, con sus cabezas envueltas en trapos blancos cubiertos de sangre producto de la afectación causada a los pulmones por el uso del gas y con sus carnes disueltas como resultado de la combinación del ácido clorhídrico formado por la mezcla del gas de cloro y la humedad.
Con el apoyo de algunas piezas de artillería, dos ametralladoras, fusiles, bayonetas y espadas, los rusos avanzaron contra los atónitos, estupefactos y horrorizados soldados alemanes, quienes presa del pavor ante esta visión de pesadilla no lograron mantener el impulso. Al chocar con el enemigo perdieron la cohesión y se retiraron de forma desordenada dejando tras de sí algunas bajas, armas, municiones y equipos. Las humeantes ruinas de Osowiec siguieron en manos rusas y por algunos días continuaron siendo bombardeadas por la artillería alemana. El 24 de agosto los rusos evacuaron el lugar y los pocos sobrevivientes, destruyeron lo que quedaba de la fortaleza y lo que pudiera ser de utilidad para el enemigo. El Ejército Alemán avanzó para ocupar el lugar. ¿Cómo se llegó a esto?
Tras el inicio de la Primera Guerra Mundial el 3 de agosto de 1914, empezó el avance general de las fuerzas de II Reich Alemán sobre el territorio del Imperio Ruso. Tras la destrucción del Segundo Ejército Ruso del General Alexander Samsonov en la batalla de Tannenberg (Agosto 26 al 30 de 1914) por parte de los generales Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff, Alemania comenzó la invasión de Polonia, parte del Estado del Zar Nicolás II en ese momento. En su camino se encontraba la fortaleza de Osowiec, situada a 203Km al nororiente de Varsovia, cerca de la frontera con Bielorrusia, en el margen derecho del río Biebrza, siendo un punto de importancia estratégica al cerrar el único paso existente a través de los grandes pantanos de la zona y el camino más corto para continuar con la invasión del territorio del Zar.
Osowiec era una fortaleza relativamente pequeña pero bien pertrechada, aunque no estaba diseñada o equipada para enfrentar ataques químicos. Su arquitectura tenía un diseño prácticamente circular, rodeado de kilómetros de alambre de púas, contando en su interior con cuatro fuertes de hormigón, una guarnición de cerca de mil soldados y unos 69 cañones de diverso calibre. La posición principal de la fortaleza era una estructura central (Fuerte 1), defendida por trincheras y alambres, siendo también el lugar donde se ubicaban almacenes y los alojamientos de la tropa. Frente a ellos, el Ejército Alemán desplegó cerca de 200.000 soldados y un gran número de piezas de artillería de los más diversos calibres, así como morteros de asedio. Hacia el 25 de febrero de 1915 los alemanes empezaron un metódico bombardeo a la fortaleza rusa esperando lograr su rendición en un día. Como tantas otras cosas para los bandos enfrentados en la Primera Guerra Mundial, los planes del mando alemán no salieron como estaba previsto y la fortaleza logró resistir hasta agosto, casi seis meses.
Se estima que durante el asedio se utilizaron más de 500.000 proyectiles y se lanzaron cerca de una decena de asaltos con la infantería del Káiser para tratar de tomar la posición. La plaza fuerte fue sumergida en el fuego y el humo, la muerte y la destrucción, quedando reducida a ruinas que fueron tenazmente defendidas por los soldados zaristas. Testigos, impresionados por la visión de este armagedón bélico, consideraron que era imposible que alguna persona saliera viva de aquel infierno. Sin embargo, la determinación de los defensores rusos llevó a los alemanes a tomar la decisión de utilizar armas químicas, específicamente gas cloro, contra las ruinas de la fortaleza.
A las 4:00am del 6 de agosto de 1915 y aprovechando un viento favorable, una gigantesca nube verde de cloro, de 8km de largo y cerca de 12 metros de alto, se alzó desde las posiciones alemanas y en pocos minutos alcanzó a los rusos. Los defensores, al contar con muy pocas máscaras antigás, trataron de refugiarse en las trincheras y en las ruinas la fortaleza, pero todo fue inútil. El gas asfixió y causó la dolorosa muerte a los soldados de tres de las cuatro compañías que defendían la fortaleza, dejando con vida tan solo a cerca de un centenar de hombres. Los alemanes consideraron que nadie había quedado con vida y confiados, ordenaron el avance de sus hombres, momento en el que contra toda probabilidad, los sobrevivientes rusos lanzaron un colérico y feroz contraataque, tan increíble como indescriptible, que paralizó la acometida alemana.
El Teniente Kotlinsky, quien lideró el contraataque de lo que se ha conocido popularmente como “la carga de los hombres muertos”, fue gravemente herido y murió esa misma noche. La heroica resistencia de los soldados de la Rusia zarista en defensa de Osowiec no fue muy difundida tras la Guerra Civil Rusa (1918-1922) y el surgimiento de la Unión Soviética, debido a que los líderes soviéticos no veían conveniente exaltar el heroísmo de los soldados del Zar. Tras la disolución de la URSS en 1991 y en los últimos años, la batalla ha vuelto a capturar la atención del público tanto en su país como en el extranjero, siendo un extraordinario y temible ejemplo de valor, determinación, camaradería y sacrificio.