REGRESO AL FUTURO: LAS GUERRAS DE LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

El envejecido Mariscal Helmuth von Moltke (1800-1891), célebre por sus victorias sobre los daneses (1864), los austriacos (1866) y los franceses (1870-1871), triunfos que cimentaron la unificación alemana y el surgimiento del Segundo Imperio (1871-1918), previó en el año 1890, que la próxima guerra europea duraría siete años o treinta, puesto que los recursos de un Estado moderno eran tan inmensos que no se consideraría vencido después de una sola derrota y no renunciaría a continuar la lucha. Para 1906, su controvertido sobrino y Jefe del Estado Mayor, el General Helmuth Johannes von Moltke (1848-1916), en un curioso momento de lucidez manifestó, al Kaiser Guillermo II, que el siguiente conflicto europeo “será una guerra nacional que no estará limitada a una batalla decisiva, sino que será una larga y dura lucha contra una nación que no se rendirá hasta que todas sus fuerzas se agoten, una guerra que agotará nuestro propio pueblo, incluso en el caso de que obtengamos la victoria”. Ambas reflexiones fueron percibidas por expertos, gobernantes, militares o personas del común, como desvaríos de un viejo Mariscal o herejías propias de un carácter poco firme, la voluntad de todos era categórica y el futuro de la guerra era claro: La siguiente guerra sería corta. Una guerra larga, costosa y disforme, no podía ser concebida científicamente, siendo una idea tan aterradora como absurda, propia de espíritus retrasados. Sin embargo, la atroz tragedia que asoló Europa entre 1914-1918 mostró como los hechos fueron en otra dirección, revelando las limitaciones que surgen al abordar el futuro de la guerra.    

El discreto Mariscal Moltke, catalogado como la mente militar más hábil desde Napoleón y quien manifestó que habría preferido ser arqueólogo o profesor de historia, que tener que seguir la profesión de las armas, fue uno de los pocos militares que vislumbró con cierta claridad el futuro de los acontecimientos bélicos. Junto al Mariscal hubo individuos como el novelista británico Herbert George Wells, el novelista francés Albert Robida o el banquero ruso-polaco Iván Stanislovich, quienes con su pluma vislumbraron sombríos escenarios de una guerra larga, librada con tecnologías sorprendentes. En la realidad de la I Guerra Mundial y en esas visiones de futuro, la derrota no fue aceptada hasta que todos los recursos políticos, humanos, económicos, industriales, científicos y tecnológicos de los contendientes, fueron puestos en juego. Se luchó en Europa, África y Asia por tierra, mar y aire, se luchó no solo para derrotar a los ejércitos, sino que se siguió batallando hasta cuando las sociedades que los soportaban cayeron destrozadas producto del esfuerzo, el hambre, la enfermedad o la revolución. Este muy poco común éxito predictivo de Moltke, Wells, Robida o Stanislovich, parece descansar en la acertada comprensión de un hecho que definió su época: La segunda revolución industrial (1850-1914).

Ellos fueron conscientes de como esta revolución impulsó el progreso a niveles inimaginables, transformando las sociedades, la economía o el sistema internacional, en formas extraordinarias. La fuerza irrefrenable de la razón, la ciencia, la tecnología, la demografía, la urbanización, la física, la química, la biología, la medicina, las artes o la innovación e interconexión económica; produjeron avances asombrosos. Los resultados de estos adelantos se vieron con el impulso dado a los ferrocarriles, la modernización agrícola o el uso del acero a escala industrial, así como con el descubrimiento de la electricidad, los derivados del petróleo, los aviones, los automóviles, el motor de combustión, la radio o la bombilla. La ciencia avanzó con los rayos x, el electrón, la mecánica cuántica, la radioactividad, los cuantos, la teoría de la relatividad, las vacunas, el descenso de la mortalidad, el cine, el gramófono, el crecimiento de las ciudades, mejores condiciones de vida y nuevas formas de producción. La explosión de creatividad e innovación también se vio en la pintura, la poesía, la escultura o la ópera, al tiempo que vibrantes ideas como el nacionalismo, el socialismo, el comunismo, las visiones conservadoras-liberales o la evolución de Darwin, competían con energía ante la serena complacencia de las elites y la creciente insatisfacción de las masas, que se agitaban entre el deseo de cambios rápidos, la inmigración, la revolución o el terrorismo.

Moltke y compañía destacaron porque lograron identificar en este proceso de inflexión algo que pasó inadvertido para la gran mayoría: El profundo impacto trasformador que produjo sobre la guerra la interconexión sistémica entre la naturaleza humana, los gobiernos, las sociedades, el sistema internacional y el desarrollo tecnológico, una interacción que llevó a un futuro dominado por la guerra total, en un mundo industrializado. En retrospectiva parece algo que debería haberse identificado con facilidad, algo propio del sentido común, ¿no era acaso obvio? La respuesta es un vehemente no, aunque parece sencillo no por ello era una tarea simple. Hoy se ha posicionado el planteamiento de que estamos inmersos en la cuarta revolución industrial, un proceso que, según Klaus Schwab (2016), describe la actual revolución tecnológica, que está cambiando de manera fundamental la forma de vivir, trabajar e interrelacionarnos unos con otros. Aunque el término ya había sido utilizado en 1940 por Albert Carr para referirse al impacto de las comunicaciones modernas, así como en 1948 para referirse a la era atómica, en 1955 a la electrónica, en 1970 a la computación o en 1984 a la era de la información; en su acepción actual hace referencia a los nuevos desarrollos tecnológicos que apalancados en la digitalización y las tecnologías de la información, impulsan un proceso que no se parece a nada que la humanidad haya experimentado antes, especialmente en términos de velocidad, magnitud, alcance e impacto. 

La cuarta revolución industrial está generando un proceso de inflexión al fomentar y amplificar la fusión e hiperconexión de tecnologías físicas, digitales y biológicas, siendo algunos de sus elementos más visibles la inteligencia artificial, el internet de las cosas, el big data, los vehículos autónomos, la impresión 3D, la automatización de la mano de obra, la robótica avanzada, los nuevos materiales, los materiales inteligentes o la nanotecnología. También destacan las redes 5G, el monitoreo remoto, el bitcoin, el consumo colaborativo, los estudios genéticos, la edición genética, la biología sintética, la alteración biológica, la bioimpresión, la neurotecnología, la neurociencia, la extinción/surgimiento de actividades económicas, el aumento de la expectativa de vida, el impacto de las nuevas tecnologías en nuestras capacidades cognitivas o los cambios en la productividad. A primera vista parece que se aprendieron las lecciones previas a la Gran Guerra, proceso al que sin duda contribuyó la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y el riesgo de la aniquilación nuclear durante la Guerra Fría (1947-1991). Hoy la densa interconexión entre guerra, tecnología, sociedad, gobiernos y sistema internacional, parece más clara, estando dominada por las guerras híbridas, la ciberguerra, el potencial uso de robots militares, el uso de drones, la inteligencia artificial, la nanotecnología, el rol de las megaciudades y nuevas tecnologías vinculadas con el terrorismo. Junto a estos aspectos continúan estando presente los riesgos de las armas de destrucción masiva, el terrorismo clásico y la constante modernización de las fuerzas convencionales, hoy de un alcance y letalidad incomparables.

Asimismo, gracias a las redes y medios de comunicación globales hay mayor visibilidad de los escenarios de conflicto, así como de las tensiones geopolíticas. Estos escenarios están dominados por el riesgo de una guerra simétrica entre potencias globales/regionales con importantes capacidades tecnológicas, como Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Corea del Norte, Corea del Sur, Irán, Israel, Turquía o India. También están los riesgos asociados con las intervenciones de las potencias en países de menor desarrollo como se ha visto en Irak, Siria, Yemen, Afganistán o el Shael, así como de las guerras civiles al interior de Estados débiles, donde la tecnología no es determinante o significativa, siendo escenarios asimétricos que se degradan con facilidad y donde se puede dar o no el involucramiento directo/indirecto de las potencias. Son confrontaciones libradas por fuerzas no reguladas o guerrillas, que fragmentan los países y las sociedades, concentrando su violencia en los civiles mientras se involucran en todo tipo de actividades criminales, siendo conflictos que se pueden prolongar de forma indefinida. Actualmente también es común encontrar una creciente confianza en diversas escuelas que ofrecen herramientas para clarificar o construir el futuro de la guerra, tales como las escuelas de desarrollo de escenarios, la de tecnologías emergentes, la de evaluación basada en capacidades, la de tendencias globales y aquellas relacionadas con un montón de conceptos nuevos disfrazados de estrategia. Con estas herramientas se espera predecir o construir el futuro de la guerra en entornos extremadamente complejos, sin embargo, en el mundo de la defensa y entre las instituciones militares tiende a tener poco éxito el apostar por la naturaleza y las características de las guerras del mañana, ya que casi sin excepción han tendido a equivocarse.

Esto podría deberse, en parte, al desproporcionado peso que en el marco de la cuarta revolución industrial se da al componente tecnológico como fator de cambio. Se tiende a creer que las nuevas tecnologías, una mayor innovación, algunos algoritmos, junto con una serie de nuevos conceptos llamativos y una inyección de recursos, permitirán alzarse con la victoria, producto de las mejoras en el acceso a capacidades o armamento de punta, mejores datos, decisiones más rápidas y acciones aún más rápidas. Aunque esto es parcialmente cierto, este enfoque enfrenta una serie de limitaciones que hacen complejo identificar o construir el futuro de la guerra, siendo la más importante de ellas la de dejar por fuera la no pocas veces inescrutable dimensión humana y social de la guerra. El ímpetu tecnológico puede hacer olvidar que en la guerra no basta con la tecnología, el reino de Ares y Enio está dominado por la incertidumbre, es un cruel y titánico duelo de voluntades que no es acertado concebir como un gran proyecto de ingeniería o una empresa, debido a que se está luchando con ferocidad contra otro bando que también cuenta con una voluntad férrea que puede ser difícil de estimar y que está determinado a alcanzar sus objetivos mediante la fuerza. El planteamiento tecnológico puede crear la falsa imagen de control, estabilidad y linealidad en las variables sociales, que en los contextos de guerra adquieren complejidades adicionales, haciendo perder de vista que los humanos luchan por muy diversas causas.

Fácilmente se olvida que los humanos han ido a la guerra por miedo, interés, reconocimiento, honor, la defensa del territorio, la religión verdadera, una apasionada ideología política, la verdad, la libertad, la justicia o una Helena de Troya, llegando los Estados y los grupos humanos, a ser envidiosos, impredecibles, agresivos, sentir odio y desear venganza. Por ello es importante no perder de vista, en el marco del frenesí tecnológico de la cuarta revolución industrial, que es riesgoso dejar por fuera estos elementos cruciales, que requieren del esfuerzo y la comprensión humana para una apropiada identificación y que de no hacerlo pueden llevar a juicios erróneos que darían un alcance indeseable a cualquier conflicto, siendo este un aspecto que ayuda a entender porque los escenarios futuros de la guerra se mueven en direcciones diferentes a lo previsto o lo deseado. El Mariscal Moltke, un intelectual y pensador incisivo, tuvo la suficiente visión estratégica como para vislumbrar en la bruma previa a la Primera Guerra Mundial un mundo industrializado, con más tecnología, más interconexiones, más complejidad y más incertidumbres que se deslizaba inexorable hacia una guerra total. Un recordatorio que no sobra tener presente en nuestra propia época de paroxismo tecnológico e hiperconexión.

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Guerra en Siria 2011 - 2017

Autor:

Guerra en Siria 2011-2017: Aproximación los objetivos e intereses de Siria, Estados Unidos, Rusia y sus aliados. Publicado por Amazon KDP. Septiembre de 2018. Middletown DE – USA.

Descripción:

Desde marzo de 2011 la República Árabe de Siria se ha visto consumida por una brutal guerra que hunde sus raíces en la convergencia de varias confrontaciones interconectadas, que han sido alimentadas por actores nacionales, regionales y mundiales, quienes a partir de una particular identificación de objetivos, intereses, riesgos y oportunidades, tanto potenciales como reales, han decidido luchar con particular ferocidad. El conflicto continuó adquiriendo nuevas connotaciones marcadas por la profundización de una guerra muy degradada y por el incremento de las tensiones entre norteamericanos y rusos. ¿Qué factores internos y externos llevaron a la confrontación? ¿Cuáles son los intereses u objetivos de los actores involucrados en la guerra? y ¿Qué lecciones deja este conflicto? son algunas de las preguntas que se pretende responder con este breve texto, que busca contribuir a la comprensión de esta guerra.

Primera guerra mundial

A cien años del inicio de la Gran Guerra sigue causando consternación la manera en la que se concatenaron los hechos y se dio forma a las decisiones de los gobiernos europeos en respuesta al asesinato del Archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Imperio Austrohúngaro, en Sarajevo, a manos de un nacionalista Serbio. Las acciones puestas en marcha en ese momento llevaron a los pueblos de Europa a una titánica confrontación, incomparable en sus magnitudes y cuyas consecuencias marcaron el Siglo XX. En aquel verano de 1914 se desencadenó una compleja maquinaría de alianzas político – militares, que en los siguientes cuatro años consumió la fuerza vital de las naciones europeas. Las complejas visiones e intereses de las potencias europeas se vieron reflejados en el manejo de la política exterior, explicando en buena medida, las causas de la guerra. Sin embargo, la guerra también fue posible porque los gobiernos contaron durante parte de la misma con el apoyo decidido de la sociedad. En ese sentido, el presente libro busca presentar la forma en la que interactuaron los gobiernos entre sí y los gobiernos con sus sociedades antes de la guerra, dando cuerpo a sus causas.

Homo Furens o el hombre como guerrero

Autor:

Homo Furens o el hombre como guerrero. Publicado por Editorial Académica Española. Agosto de 2016. Dusseldorf – Alemania.

Descripción:

La guerra es tal vez la más compleja y perdurable de las actividades sociales que emprenden los seres humanos, siendo un referente cultural común para todas las civilizaciones. Los esfuerzos por comprenderla, librarla exitosamente o prevenirla, están dentro de los campos de estudio que requieren de mayor atención. Aunque la guerra colma las páginas de la historia e involucra un gran número de elementos que interactúan de forma constante haciéndola un sistema extraordinariamente complejo, sigue siendo una actividad en la que el individuo que la lleva acabo es central. Por ello en este texto se busca hacer una breve reflexión sobre la guerra desde ese nivel, el del individuo, el soldado, que es quien enfrentado a la dura realidad de la guerra se transforma en un Homo Furens, en un guerrero, una subespecie del Homo Sapiens, que surge por y para la guerra, definiendo su naturaleza, dándole fuerza y dinamismo, así como continuidad. Esta situación es resultado de varios elementos, siendo central los encantos o placeres que las personas, convertidas en guerreros, encuentran en la guerra.