GUERRA EN UCRANIA: DE LA ESTRATEGIA BIDEN A UN INTENTO DE PAZ TRUMP – PUTIN

Emersson Forigua R Febrero 24 de 2025

El 18 de febrero de 2025, en la ciudad de Riad, capital de Arabia Saudita, se reunieron el Secretario de Estado de los Estados Unidos – Marco Rubio y el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia – Sergei Lavrov, tras casi tres años de un profundo deterioro en la relación bilateral, producto de la invasión rusa de Ucrania, en febrero 24 de 2022. El encuentro concluyó con la reactivación de los canales diplomáticos mediante la reanudación total de las operaciones de las embajadas, la creación de un mecanismo de consulta para abordar diversos problemas en las relaciones bilaterales y la creación de un equipo de negociación para abordar la guerra en Ucrania que será la base de las futuras negociaciones en el largo camino hacia la paz, estando previsto también trabajar en la realización de una posible reunión entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, en una fecha aún por definir. Para algunos actores internacionales y formadores de opinión pública, la reunión fue paso necesario, positivo e imprescindible que permite avanzar en la normalización de la relaciones entre Washington – Moscú,  así como en la resolución de la guerra en tierras ucranianas, al tiempo que permite restablecer la interlocución ente las dos mayores potencias nucleares del mundo. Otros actores, especialmente en la Unión Europea y Ucrania, han visto el encuentro con histeria y consternación, catalogándolo como una traición, una capitulación ante Rusia o un curso de acción problemático e inadmisible, en especial, porque ni Ucrania, ni la Unión Europea, fueron invitados, en este momento, a ser parte del equipo negociador.

El curso de acción emprendido por la administración Trump, pese a la dudas, dificultades e incertidumbres que enfrenta o pueda generar, puede ser visto en este momento de forma prometedora no solo porque es consecuente con los argumentos que Trump expuso durante su campaña electoral y que fueron por los que abrumadoramente voto el pueblo estadounidense, sino porque tras tres años de guerra, es evidente el fracaso de la estrategia desarrollada por la administración del Presidente Joe Biden y sus aliados (Unión Europea – OTAN – G7) para tratar de poner de rodillas a Rusia. Sin que se evidencie para los estadounidenses una amenaza a sus intereses estratégicos en Europa o en materia de defensa debido a que tanto la Unión Europea como los rusos y los ucranianos son los actores que salen más debilitados de esta guerra, no se configura un escenario que los lleven a tener que insistir en una estrategia fallida, a formular una nueva estrategia o escalar la guerra contra los rusos, de allí que la negociación con Moscú se posicione como un curso de acción pragmático. En ese sentido, tras el ataque de Rusia a Ucrania en febrero 24 de 2022, la administración Biden y sus aliados, definieron una muy amplia serie de objetivos para enfrentar y derrotar a Rusia, siendo posible identificar:

1. Censurar y vetar a los medios de comunicación rusos en todo el mundo al ser considerados instrumentos de propaganda o desinformación del Kremlin,

2. Negar, oponerse o condenar cualquier logro de la historia rusa, así como de su arte, su cultura, su literatura, su civilización o su religión, así como cualquier relación histórica positiva entre Rusia – Ucrania

3. Fortalecer militarmente a Ucrania para que pueda llegar a una negociación con Rusia desde una posición de fuerza que le permita tanto recuperar los territorios perdidos como salvaguardar su integridad territorial,

4. Derrotar estratégicamente a Rusia, para evitar que en largo plazo el país consolide su posición como potencia mundial-regional y asegurar tanto la primacía estadounidense, como un sistema internacional basado en reglas,

5. Reforzar las capacidades militares y continuar ampliando la OTAN con el fin de proteger a sus miembros actuales, así como asegurar la continua expansión de la alianza militar hacía países como Finlandia, Suecia, Ucrania o Georgia,

6. Aislar política y diplomáticamente Moscú en el sistema internacional, tanto de otros Estados, como en las organizaciones internacionales, con el fin de incrementar los costos que se generan sobre los sistemas político, social, militar y económico de los rusos,

7. Armar masivamente, en coordinación con sus aliados de la OTAN y de otros lugares del mundo, a los ucranianos para que puedan derrotar las fuerzas militares rusas y así recuperar los territorios que Moscú ha conquistado desde 2014, evitando una guerra nuclear,

8. Atacar, debilitar o vulnerar los intereses rusos en su periferia (Ej. Georgia) o en otros lugares del mundo como África (Ej. Mali) o el Medio Oriente (Ej. Siria), con el fin de aumentar la presión sobre las capacidades militares, económicas o políticas de Moscú, privándolo de aliados,

9. Destruir los nodos centrales del sistema económico ruso buscando afectar el desempeño de las fuerzas militares rusas en el frente de batalla, así como generar problemas sociales o de seguridad internos que debiliten en el corto – mediano plazo tanto a la sociedad, como al gobierno de Rusia,

10. Posicionar, a través de documentales, redes sociales, agentes de influencia o los grandes medios de comunicación globales; los argumentos de Estados Unidos-Ucrania entre los formadores de opinión, la academia y la opinión pública norteamericana, de sus aliados y en especial, al interior de aquellos países que no se sumaron o apoyaron de forma irrestricta, el esfuerzo de guerra de Estados Unidos.

Aunque no todos estos objetivos era identificables en febrero de 2022 y algunos son contradictorios e irrealizables, aquellos concernientes con la destrucción de los nodos centrales del sistema económico ruso, el aislamiento político – diplomático de Moscú en el sistema internacional y el fortalecimiento militar de Kiev para que lograra derrotar a las fuerzas militares rusas, así como recuperar los territorios perdidos, pueden ser identificados como las tres piedras angulares definidas por los estrategas de la administración Biden. Sin embargo, tres años después de impulsar diversos tipos de acciones para alcanzar dichos objetivos, los resultados obtenidos, pese a haber generado importantes impactos sobre la economía, la sociedad y las fuerzas militares rusas, están muy lejos tanto de lo previsto por los estrategas estadounidenses, como de las magnitudes necesarias para poner de rodillas a Rusia.

Evolución del componente económico

Al revisar las tres piedras angulares definidas por Washington para enfrentar a Moscú, en el ámbito económico, Biden impuso al Kremlin una guerra económica sin precedentes, en unas magnitudes nunca vistas hasta la fecha, con el fin de devastar y destruir los nodos centrales de la economía rusa (Sectores del gas, del petróleo, del comercio, de la banca, así como de la industria en general) con el fin de debilitar las capacidades operacionales de las fuerzas militares rusas en Ucrania, generar privaciones sociales que llevarán al levantamiento de la población rusa contra el gobierno, así como a la remoción o el asesinato[1]  de Vladimir Putin y la caída de su gobierno.

De allí que Estados Unidos impusiera a Moscú, en menos de tres años, más 14.500 acciones sancionatorias en materia económica (Para dimensionar este número se debe tener en cuenta que el segundo país más sancionado del mundo es Irán, con cerca de 4.191sanciones y Siria el tercero, con 2.643), mediante 15 paquetes de sanciones, acciones que incluyeron, entre muchas otras: Limitar el precio del petróleo que Rusia exporta al mundo, cortar el acceso ruso a la tecnología de los semiconductores sofisticados, excluir las materias primas rusas (En especial  gas, petróleo y minerales estratégicos) de los mercados europeos, retirar las grandes empresas occidentales de territorio ruso, desconectar a Rusia de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (SWIFT), congelar las gigantescas reservas extranjeras de Rusia que ascendían a cerca de 300.000 millones dólares (De las cuales algo más de 197.000 se encuentran en el fondo Euroclear, con sede en Bruselas), e incautar (Mediante Ley REPO), en un acto violatorio del Derecho Internacional Público[2], los activos soberanos de Rusia en otros países para luego transferirlos a Ucrania. Con estas sanciones económicas Biden esperaba causar una contracción económica que alcanzara del 8% al 12% del PIB ruso en el 2022, llegando las voces más extremistas a hablar de porcentajes cercanos al 20%, creando así una tendencia negativa que se mantendría a lo largo de 2023 y 2024, lo que llevaría al colapso de la economía rusa, y tras ella, de la sociedad, el gobierno y las fuerzas militares.

Para Washington, los impactos que generaría, en palabras del Presidente Biden, la combinación de las infernales sanciones económicas impuestas a Moscú, el aislamiento político al que se sometería a Rusia en el sistema internacional y la presión militar que los norteamericanos junto con sus aliados ejercerían sobre el Kremlin a través de las fuerzas militares de Kiev, llevarían tanto a la retirada de Moscú de tierras ucranianas, como a un debilitamiento estratégico (De largo plazo) de Rusia. Así, en el corto – mediano plazo los norteamericanos no solo verían la caída de Vladimir Putin y su gobierno, sino que Rusia se convertiría, al igual que la mayoría de los países europeos, en un actor debilitado, de segundo orden en el juego de las grandes potencias del sistema internacional, quedando Moscú bajo el liderazgo de un gobierno más dócil y afín a los objetivos, visiones e intereses de Washington, un propósito por el que han trabajado los sectores más rusofobos de las burocracias de la política exterior estadounidense, desde hace cerca de dos décadas y media. Adicionalmente, Washington destruiría a un aliado vital de China, el único actor que Washington considera que está en capacidad de redefinir sistema internacional catalogándolo por ello como un “rival sistémico”, lo que fortalecería la posición global de los estadounidenses en su lucha por la primacía en el sistema internacional, ya que Pekín quedaría enfrentado a unos Estados Unidos que contarían con el refuerzo del G7, la OTAN, la Unión Europea o aliados regionales en el pacífico como Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda u otros países de la zona que ven con preocupación el creciente poder chino.

Frente a estas estrategias de los norteamericanos, Vladimir Putin y su gobierno, respondieron intensificando la capacidad de adaptación de la economía rusa, que para sorpresa de los estrategas estadounidenses resultó excepcionalmente resiliente, mostrando al mismo tiempo que está en manos de funcionarios altamente competentes. Andrei Kortumov, Director Académico del Consejo Ruso de Relaciones Internacionales (RIAC), en su artículo sobre los desafíos de la economía rusa del 1° de octubre de 2024, mencionó que pese al descomunal tsunami de sanciones de los estadunidenses, para finales de 2022, la economía rusa se contrajo tan solo un 2.5%, siendo algunos de los factores que contribuyeron a la resiliencia de la economía rusa: 

1. La experiencia y el proceso de aprendizaje llevado a cabo por los líderes rusos que llevan décadas enfrentando sanciones occidentales y han superado tres crisis económicas desde principios de siglo,

2. Una dinámica relativamente favorable de los precios mundiales del petróleo y el gas que facilitó el poder contar con recursos fiscales sustanciales, lo que le permitió mantener niveles más altos de gasto en materia social y de defensa,

3. Una rápida recuperación del consumo de los hogares, el aumento de la demanda interna, del gasto público, el auge de la construcción residencial (basado en programas de hipotecas subvencionadas por el Estado) y las inversiones en el sector de defensa[3],

4. El alto grado de profesionalismo demostrado por el Gobierno Federal (Ministro de Finanzas Anton Siluanov) y en especial por el Banco Central (Liderado por Elvira Nabiúllina), que lograron contener rápidamente la inflación, equilibrar el presupuesto y evitar una devaluación descontrolada de la moneda,

5. La capacidad del gobierno ruso para redirigir rápidamente los flujos comerciales más importantes hacia países que no aplicaban sanciones, como China, India o Turquía, lo que mitigó las consecuencias económicas previstas de la presión económica occidental sobre Moscú, logrando, por ejemplo, un aumento continuo del comercio de Rusia con China (USD 245 mil millones de dólares en 2024), lo que supone un aumento de alrededor del 2% respecto a 2023 y la India (USD 65 mil millones). Lo anterior, pese a la decisión de Washington amenazar e imponer sanciones secundarias a aquellos que se atrevieran a comerciar con Rusia o sus bancos.

Para 2023 Rusia volvió a superar la mayoría de las expectativas de los expertos, en lugar del 1.5%-2.5% de crecimiento anual previsto, la economía creció un extraordinario 3.6%. Según los últimos datos disponibles en medios rusos, la economía creció entre un 3.8% y un 4%, la tasa de inflación anual se ubicó en 9.5%, siendo necesario tener en cuenta que el crecimiento de los ingresos disponibles medios de los hogares rusos (14% respecto al año pasado) supera ampliamente la inflación y constituye una base para la estabilidad sociopolítica del país. Asimismo, las previsiones anteriores del FMI y el BIRF sobre el desempeño económico de Rusia en 2024 sugerían que la economía rusa crecería entre un 2,6% y un 2,9%, sin embargo, en abril el FMI tuvo que revisar sus evaluaciones anteriores, elevando el crecimiento económico anual proyectado para Rusia hasta el 3,2%. Las previsiones para el año 2025 y para los años posteriores prevén una desaceleración de la economía rusa, siendo el FMI es más radical en sus predicciones (1.5% para 2025), mientras que el gobierno ruso es más optimista (2.3% a 2.4%), estando estás predicciones muy lejos de los daños que la administración Biden preveía causar a la economía rusa, lo que le permite a Moscú, pese a los duros golpes, seguir en pie combatiendo. Estos datos muestran que la más importante de las piedras angulares de la estrategia norteamericana para doblegar a Rusia no solo falló, sino que produjo un desafortunado efecto indeseado que tendrán un impacto de largo plazo en el funcionamiento del sistema internacional.

En ese sentido, una de las consecuencias indeseadas más problemáticas de la estrategia de guerra económica impulsada por Washington para destruir la economía rusa, ha sido los efectos e impactos que ha generado sobre la economía de la Unión Europea (U.E), especialmente en el eje Franco-Alemán. Aunque el Secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, en su artículo para Foreign Affairs de diciembre de 2024, titulado “La estrategia de renovación de los Estados Unidos”, destacó que “Estados Unidos está hoy en una posición demostrablemente más fuerte en ambas regiones (Europa – Asia) debido al puente de aliados que hemos construido y también lo están, en realidad, los amigos de Estados Unidos”, los hechos parecen ir en otra dirección. Diferentes datos indican que algunos aliados de los Estados Unidos en el marco de la guerra contra Rusia, no han visto aumentos en su fuerza económica o política, siendo este el caso de algunos los más importantes países europeos. Tal y como lo presentó el “Informe de competitividad” presentado por Mario Draghi (Ex Presidente del Banco Central Europeo) en septiembre de 2024, un documento de 400 páginas que expone diversos problemas económicos que afectan la Unión Europea, mostrando como el bloque está rezagado frente a Estados Unidos – China en competitividad, crecimiento económico e innovación, destacando también que la Unión Europea ha perdido al principal proveedor de energía barata, Rusia, en un contexto en el que deben empezar a defenderse de nuevo, por primera vez, desde la Segunda Guerra Mundial.

Al sumarse la mayoría de los países de la Unión Europea a las masivas sanciones impulsadas contra Rusia y desacoplar sus economías, los europeos se han visto obligados a conseguir en otros mercados, nuevos proveedores de gas, petróleo o minerales estratégicos, especialmente en los Estados Unidos o el Medio Oriente, actores que venden los productos pero a precios mucho más altos, lo que alimenta la inflación y resta competitividad a las economías, empresas y productos europeos que deben redefinir su estructura de costos, perdiendo espacios frente a adversarios como China, competidores como India o aliados, como los Estados Unidos. De allí, que para el 2024, se estima que la economía de Francia haya crecido solo un 0,8%, la alemana haya seguido debilitándose con un crecimiento negativo de -0,2%, mientras que en su conjunto la U.E. creció solo un 0,9%, cifras muy bajas que generan gran preocupación, tomando en cuenta que la economía estadounidense creció un 2.8%, la china un 5% y la de India un 6.5%. Recientemente el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania, ante la no renovación, desde el primero de enero de 2025, del acuerdo que permitía el suministro de gas ruso a Moldavia, Rumania, Hungría, Polonia y Eslovaquia, así como a Austria e Italia, (El país más afectado es Eslovaquia), manifestó “que los países y los organismos de la U.E. colaboraron para diversificar las fuentes de energía y todos los países han encontrado la manera de proporcionar a sus economías y a su población fuentes de energía alternativas procedentes de Estados Unidos y Oriente Medio, excepto 2 de los 27 países de la U.E».

Sin embargo, dicha reflexión pasa por alto el hecho de que los crecientes costos de la energía que imponen los nuevos proveedores hacen difícil para la U.E. rearmarse, continuar apoyando militarmente a Ucrania, mantener su menguado Estado de Bienestar, avanzar en la transición energética, mantener la estabilidad política interna, aspirar a convertirse en líderes de las nuevas tecnologías de la IV Revolución Industrial o ser un actor con la suficiente autonomía estratégica en el sistema internacional como para impulsar o defender su propia agenda de política exterior. La debilidad y estancamiento económico de la U.E ha incrementado de forma ostensible la dependencia económico – militar europea de los Estados Unidos, cuyas empresas de petróleo – gas obtuvieron en 2023 utilidades récord de más de 281.000 millones dólares, gastando 113.800 millones de dólares en dividendos y recompras de acciones, esperándose que en 2024 la tendencia positiva se mantenga. Los altos costos energéticos o en las materias primas, hacen que la relevancia económica o capacidad de acción política de los europeos se haya visto reducida tal y como lo han puesto de manifiesto la cancelación inconsulta realizada por los EEUU, en septiembre de 2021, del acuerdo de construcción de submarinos nucleares que tenía Francia con Australia por más 66.000 millones de euros, la destrucción en septiembre de 2022 del gasoducto Nord Stream II, en el Báltico (Este es el único ataque que se ha llevado a cabo contra la infraestructura estratégica de un miembro de la U.E – OTAN, del que se rumora que fue llevado a cabo otros miembros de la alianza o por civiles ucranianos sin relación alguna con el gobierno de Kiev), destinado a surtir de gas ruso a los hogares e industrias alemanas o ahora las reclamaciones del Presidente Trump sobre Groenlandia en detrimento de los daneses. Estos hechos, de diversas formas, ponen de manifiesto la creciente debilidad e irrelevancia de Europa en el juego de las grandes potencias mundiales, pues todas estas situaciones reflejan que sin importar lo que se haga, no se debe temer o tener en cuenta, la respuesta de la U.E o sus miembros.

Si bien las economías europeas ya arrastraban desde hace años diversos problemas estructurales (Ej. Alto endeudamiento, desequilibrios externos, exceso de burocracia, falta de competitividad, rezagos en la innovación, dificultades para acceder al capital privado, alta dependencia de préstamos bancarios o falta de inversión – modernización de su infraestructura), la guerra en Ucrania, así como su impacto sobre la energía, actuó como catalizador de los mismos llevando a un estancamiento económico y a la contracción de la principal economía del bloque, la alemana, que enfrenta un segundo año consecutivo de recesión, al tiempo que sufre por una persistente crisis de su modelo industrial y exportador (Las exportaciones de bienes y servicios cayeron un 0,8%). Las empresas alemanas han visto bajas ventas, despidos masivos, alta carga tributaria, altos costos de energía e incrementos de la competencia externa, situación que contribuyó a la caída del gobierno del Canciller Olaf Scholz, quien tuvo que enfrentar las dificultades inherentes al tratar de rearmar el país, enfrentar la recesión, seguir financiado a los ucranianos en su guerra conta Rusia y tratar de localizar proveedores de materias primas estratégicas a precios igual o más competitivos que los ofrecidos por Moscú, algo que como se esperaba, no han podido encontrar. El artículo de la Clean Energy Wire de Sören Amelang, del 30 de setiembre de 2024, exponía como desde el inicio de la guerra los hogares alemanes pagan un 74% más por el gas que consumen, alcanzando máximos históricos, una situación muy difícil que agrava los datos presentados por la revista Política Exterior, en su edición de  junio de 2023, en torno al hecho de que hace 15 años, el tamaño de la economía europea superaba en un 10% a la de EEUU, sin embargo, en 2022 era un 23% inferior, el PIB de la Unión Europea (incluyendo Reino Unido antes del Brexit) ha crecido en este periodo un 21% (medido en dólares), frente al 72% de EEUU y el 290% de China, al tiempo que otros bloques económicos como los BRICS o la Unión Económica Euro Asiática, ganan fuerza. De esta forma, Europa, debilitada e inestable quedó atrapada en el dilema de la oveja, que siempre temió ser devorada por el lobo (Rusia), pero al final, fue devorada por el pastor (Estados Unidos).

Evolución del componente militar

En el ámbito militar, los objetivos de los estadounidenses, que se construyeron principalmente en torno a fortalecer militarmente a Ucrania para que pueda, bien sea vencer a los rusos en el campo de batalla y recuperar los territorios perdidos o llegar a una negociación con Rusia desde una posición de fuerza, al tiempo que se continuaba con la expansión de la OTAN  (Ingreso de Finlandia, en abril de 2023 y Suecia, en marzo 7 de 2024), las fallas de las estrategias norteamericanas y de sus aliados fueron casi casi tan significativas, aunque muchos más trágicas, que las vistas en el ámbito económico. En desarrollo de éstas estrategias los estadounidenses y sus aliados entregaron al gobierno de Kiev y sus fuerzas militares billones de dólares en ayuda militar, habiendo el Congreso estadounidense aprobado más de 175.000 millones de dólares en asistencia total para Ucrania, según el Comité para un Presupuesto Federal, mientas que Alemania, el segundo mayor financiador de Ucrania ha entregado, más de 28.000 millones de euros desde el inicio de la guerra, montos a los que se suman a los aportes de otros países y que permiten estimar el total de la ayuda militar recibida por los ucranianos en cerca de caso 300.000 millones de dólares, un monto extraordinario si se toma en cuenta que el producto interno bruto ucraniano, en 2021, fue de cerca de 187.000 millones de euros. Cerca del 20% de la ayuda ha tenido fines no militares y se ha empleado sobre todo para mantener en funcionamiento el gobierno, así como para apoyar otras actividades de comunicaciones, siendo la ayuda militar vital para mantener en pie las fuerzas militares ucranianas que han recibido toda la colaboración que Estados Unidos y sus aliados les podían brindar, tomando que cuenta que no existe una declaración formal de guerra por parte de los norteamericanos o los países de la U.E, contra Rusia. No puede pasarse por alto que la ayuda militar recibida por Ucrania ha sido objeto de serios cuestionamientos, tanto desde Estados Unidos (En especial desde el partido Republicano y ahora Donad Trump como Presidente e Elon Musk) como desde los aliados europeos, debido a la existencia de profundos problemas de corrupción que han hecho que sea muy difícil rastrear en que se ha gastado o a donde ha ido a parar el dinero.

En este marco, las fuerzas militares de Kiev han recibido obuses, radares, artillería, entrenamiento, inteligencia, minas antitanque, minas antipersonal, vehículos livianos, blindados antiaéreos, munición de racimo, aviones de combate, miles de drones, vehículos blindados livianos, munición de todo tipo, tanques pesados de batalla, misiles de corto, mediano y largo alance, sistemas de defensa aérea de alta tecnología o equipos de guerra electrónica, entre muchos otros equipos, armamento o sistemas de combate, contando también con el apoyo de fuerzas mercenarias reclutadas en diversos países del mundo. Muchos de estos equipos o sistemas de armas fueron presentados como “game changers”, es decir, como un nuevo tipo de capacidad que le permitiría al gobierno de Kiev avanzar sobre las líneas rusas, romperlas, derrotar a las fuerzas de Moscú y hacerlas retroceder, con lo que Rusia finalmente caería derrotada en el campo de batalla, siendo un ejemplo de este tipo de sistemas los tanques Leopard alemanes, los Abrams estadounidenses o los Challenger británicos, así como los ATCAMS estadounidenses, los Storm Shadow británicos o los aviones F-16, que se recibieron a finales de 2024. Una cantidad significativa del equipo, las brigadas entrenadas y adiestradas por occidente para el gobierno de Kiev se utilizó en la contraofensiva lanzada entre junio – noviembre de 2023 con el fin de cortar en dos el «puente terrestre» ruso, que separa las provincias de Donetsk y Lugansk, al este de las provincias de Jerson, Zaporiyia y Crimea (Anexada por Rusia en 2014) al oeste, buscando avanzar hacia las ciudades de Melitopol y/o Berdiansk, en el mar de Azov, cuya captura habría cortado una línea estratégica de suministro construida por Rusia en el sur de Ucrania.

Pese al esfuerzo de los militares ucranianos y las altas expectativas que se pusieron en esta contraofensiva, el fracaso que enfrentó fue significativo, debido a que las fuerzas de Kiev chocaron brutalmente contra trincheras, fortificaciones, densos campos minados, tres líneas defensivas bien preparadas por Rusia y unas fuerzas militares rusas pertrechadas que actuando de manera conjunta no solo superaban en hombres a los ucranianos, sino que también fueron un ejemplo notable de resiliencia en el ámbito militar al lograr los generales rusos y sus tropas, aprender de las derrotas sufridas en Jerson y Járkov en 2022, replanteando acertadamente la dinámica operacional – táctica, así como adquiriendo nuevos equipos, tanto para el Ejército como para la Fuerza Aérea. La contraofensiva de Ucrania, tras 179 días de combates, en su punto de mayor penetración, Orjiv, solo logró avanzar 10km y no pudo superar la primera línea defensiva de Rusia siendo su mayor logro la conquista de Rabótino, un pequeño pueblo con algunos centenares de habitantes, ubicado en la provincia de Zaporozhie, que fue recuperado por Moscú en mayo de 2024. Mucho más significativas fueron las pérdidas sufridas por las Fuerzas Militares de Ucrania en esta contraofensiva, estimándose que sufrió más de 160.000 bajas (Muertos – heridos), perdiendo también cerca de 121 aviones, 766 tanques y 2.348 vehículos blindados de diverso tipo. Aunque tanto rusos como ucranianos han experimentado problemas de diverso tipo en materia de reclutamiento, desde el fin de la ofensiva de 2023, las fuerzas ucranianas han enfrentado una mayor presión en ese aspecto que los rusos, quienes han logrado contar con un flujo más constante de equipos y personal que permite tanto reponer las bajas, como mantener el impulso de sus avances.

Aunque no se tienen estimaciones de las bajas rusas, es claro que las fuerzas ucranianas llevaron la peor parte y recibieron un daño significativo del que les sería muy difícil recuperarse en el corto plazo debido no solo a las grandes pérdidas de hombres y equipos, sino porque que buena parte sus capacidades dependen de las entregas de equipo o material que realizaban principalmente los Estados Unidos, un proceso del que presidente Zelenski y sus asesores siempre se quejaron de ser demasiado lento, temeroso e insuficiente. Por su parte, los rusos terminaron el año en una posición más fuerte que les permitió seguir controlando algo más del 20% del total del territorio de Ucrania (Provincias de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, que se unieron a la Federación de Rusia mediante un referendo en setiembre de 2022, que no es reconocido por la comunidad internacional), mientras realizaban ataques contra otras zonas de Ucrania (Ej. Odesa) y concentraban sus esfuerzos en degradar la infraestructura energética del país, retomando la iniciativa estratégica en 2024 en diversos sectores del frente. Las fuerzas militares de Moscú también cerraron el año el año 2023 con la entrega por parte del complejo militar-industrial ruso, de cuatro modernos submarinos polivalentes, ocho buques de superficie, 1.500 tanques nuevos, 2.500 vehículos blindados de transporte de tropas y 2.500 vehículos de combate de infantería, mientras trabajaban para mejorar su triada nuclear (Misiles en tierra, misiles transportados por bombarderos estratégicos y misiles para ser disparados desde submarinos nucleares).

En términos militares, el 2024 estuvo marcado por la continua lucha en enclaves urbanos y contra grandes líneas defensivas de trincheras, utilizando Rusia pequeños grupos de asalto de la infantería que actúan de manera conjunta con drones, la artillería y unidades de guerra electrónica, concentrando una mayor potencia de fuego, siendo central la recuperación de la aviación rusa que fue duramente castigada por los ucranianos en 2022-2023, pero que ha logrado adaptarse y volver al combate en 2024, siendo este uno de los factores que contribuyó a que las tropas ucranianas perdieran la iniciativa estratégica. Estas acciones se vieron acompañadas por duros ataques rusos contra la infraestructura energética Ucrania y ataques en diferentes partes del país para desgastar las fuerzas militares, la industria y la logística de las tropas, siendo de especial relevancia cuatro hechos. En primer lugar, entre enero – diciembre de 2024 las fuerzas rusas contraatacaron y se movieron con gran rápides a lo largo del frente, especialmente en la región de Donetsk, logrando un ritmo de avance que no se había visto desde el inicio de la guerra en 2022, lo que les permitió tomar cerca de 3.200km² de territorio, así como unas 189 localidades ucranianas, estando entre las más relevantes Avdíivka (Febrero), Mijailovska (Octubre), Ugledar (Octubre) o Kurájove (Enero 2025), ciudades que las fuerzas ucranianas habían convertido en masivas fortalezas y cuya toma se logró a través de feroces combates urbanos.

En segundo lugar, fue de gran importancia el audaz y sorpresivo ataque realizado el 6 de agosto por Ucrania en la región fronteriza rusa de Kursk, una acción que tomó por sorpresa a los generales rusos al ser llevada en una zona donde no se estaban liberando combates y que no hacia parte de la línea de frente. Ucrania pudo concentrar entre 16.000 a 20.000 hombres, siendo la primera irrupción de tropas ucranianas en territorio ruso, logrando capturar en cuatro semanas entre 980km² a 1.200km² de territorio, así como 100 asentamientos, siendo su logro más importante la captura de la ciudad de Sudzha, de 5.000 habitantes. Aunque el ataque fue catalogado como una audacia estrategia por el Ex Primer Ministro Británico Boris Johnson y Joseph Borre –  Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, siendo elogiado también por otros funcionarios o líderes de la U.E, muy rápidamente el alcance estratégico de la ofensiva se diluyó y no solo por el rápido contrataque de las fuerzas rusas que frenó cualquier posibilidad de avance adicional.

El objetivo(s) estratégico(s) del ataque ucraniano en Kursk, que se convirtió en un escenario en el que Kiev ha comprometido masivos recursos humanos y materiales, ha sido difícil de identificar. En un primer momento el jefe del ejército ucraniano, General Oleksandr Syrskyi, manifestó que la acción fue preventiva, basada en la inteligencia que sugería un inminente ataque ruso contra el noreste de Ucrania. Luego se planteó que el principal objetivo estratégico era el de forzar a Moscú a desviar hombres y equipos del frente del Donbass, donde las tropas rusas estaban avanzado, hacia otra zona, obligado así a Rusia a defender su propio territorio, aumentando también la presión sobre el reclutamiento. En otros casos se mencionó que el objetivo estratégico era más político, buscando influir sobre la opinión pública de los Estados Unidos y las principales capitales de la U.E, pero especialmente en Washington, donde en el marco de la campaña electoral a la presidencia, los debates sobre la guerra en Ucrania fueron centrales, siendo posible identificar un creciente malestar y cansancio, tanto en el partido republicano, como en el Congreso y diversos sectores de la opinión pública, por lo que el ataque en Kursk sería un “éxito” que la administración Biden-Harris podían presentar para justificar el gigantesco esfuerzo realizado en términos económicos, así como la necesidad de mantenerlo.

En otro momento, se mencionó que el objetivo de los altos mandos militares de Kiev y del Presidente Volodímir Zelenski con la ofensiva en Kursk era el de utilizar dicho territorio como una especie de moneda de cambio ante una eventual negociación con Moscú, en la que se intercambiaría el territorio de Kursk por territorio ocupado por Rusia. También se dijo que el objetivo era el tomar y/o atacar la central nuclear de Kursk, en la ciudad de Kurchatov, una infraestructura estratégica importante que cuenta con cuatro reactores nucleares, dos de ellos en funcionamiento. Finalmente, en otros casos se mencionó de forma más simplista que el objetivo era el de levantar la moral de las fuerzas ucranias debilitada por los avances rusos y las pérdidas de hombres, así como intimidar a la población rusa, poner a Ucrania en una posición más favorable de cara a unas supuestas negociaciones de paz o mostrar la incompetencia los oficiales rusos, las fuerzas militares rusas y sus servicios de inteligencia, así como fastidiar a Putin. Cuales quiera que fuesen los objetivos estratégicos de Kiev con la ofensiva en Kursk, es claro que no se alcanzó ninguno de ellos, debido a que no se obtuvo un resultado que permitiera alterar en el largo plazo la evolución de la guerra. Desde el inicio de los combates y hasta febrero de 2025, la fuentes rusas calculan que las tropas ucranianas han sufrido más de 60.000 bajas y han perdido cerca de 363 tanques, 263 vehículos de combate de infantería, 213 vehículos blindados de transporte de personal, 435 cañones de artillería, 48 sistemas de lanzamiento múltiple de cohetes, 20 sistemas de defensa aérea, 108 sistemas de guerra electrónica, así como cientos de vehículos y docenas de piezas de otro equipo militar. Las acciones de las fuerzas ucranianas no lograron influir en la contienda electoral estadounidense, ni en la percepción de los políticos republicanos, el Congreso o la opinión pública norteamericana y tampoco obligaron al Kremlin a desplazar tropas de otros lugares del frente donde los rusos estaban avanzando.

Moscú pudo responder a este desafío tanto con sus propias capacidades, movilizando cerca de 50.000 hombres, como con la ayuda de Corea del Norte que en el marco del “Pacto de asistencia militar entre Rusia y Corea del Norte”, firmado el 19 de junio de 2024 y que contempla que ambos países se suministrarán asistencia militar inmediata si uno de los dos es atacado, le permitió al Kremlin contar, al parecer desde noviembre, con cerca de 10.000 soldados norcoreanos, que han estado combatiendo en Kursk y que las fuentes occidentales estiman que han sufrido cerca de 3.000 bajas. Adicionalmente, nunca fue claro cómo era que Kiev podría utilizar el territorio ganado en Kursk (Que en el momento de mayor éxito representó el 0.05% del territorio ruso) para intercambiarlo o presionar a Moscú que ha conquistado más del 20% del total de territorio ucraniano, al tiempo que sigue avanzando. Aunque Ucrania ha lanzado nuevos ataques con el fin de mantener o ampliar el territorio controlado en Kursk, estás acciones no han sido exitosas debido a que se estima que Ucrania ha perdido entre el 60% o el 70% del territorio que llegó a controlar. El 19 de febrero, el Presidente Vladimir Putin comunicó que los soldados rusos habían cruzado la frontera hacia Ucrania en la provincia de Kursk, con unidades de la 810ª Brigada, lo que pondría de manifiesto las dificultades de las tropas ucranianas en esta zona del frente.

En tercer lugar, el otro aspecto que marcó la situación militar en Ucrania durante el 2024, giró en torno al llamado “Plan de Victoria” que el Presidente Zelenski presentó a Washington en septiembre, con el fin de poner fin a las hostilidades durante el año 2025. El plan estaba compuesto por cinco apartados, contando los puntos segundo, tercero y cuarto con anexos secretos, siendo los aspectos centrales del plan: i) Realizar una invitación inmediata para que Ucrania se adhiera a la OTAN, ii) Continuar con las operaciones en territorio ruso, realizar operaciones de defensa conjunta con los países europeos para derribar drones sobre Ucrania, así como eliminar las restricciones para utilizar armamento occidental en ataques contra el territorio ruso y acceder a la información de inteligencia de los países occidentales, iii) Desplegar en Ucrania un amplio sistema de disuasión estratégica no nuclear que debería proteger al país en el futuro, previendo también la producción conjunta de armas en Ucrania y su financiación, iv) Reforzar la presión económica sobre Rusia y desarrollar el potencial económico de Ucrania tomando en cuenta que Ucrania tiene recursos importantes como uranio, litio o titanio, que pueden utilizarse para el crecimiento económico del país y de EEUU-U.E, debiendo contemplarse la suscripción de un acuerdo especial sobre protección e inversión conjuntas para la extracción y uso de estos recursos , junto con otros acuerdo con la U.E y EEUU, v) Una vez finalizado el conflicto, los militares ucranianos podrán utilizar su experiencia para reforzar la defensa de la OTAN y en particular de Europa, con lo que el contingente estadounidense en Europa podrá ser sustituido por los militares ucranianos.  

El Plan, desde el primer momento, enfrentó tanto criticas como resistencias y problemas, en todos su puntos. La invitación inmediata a ser miembro de la OTAN, es un curso de acción que no cuenta con el respaldo ni de Washington, ni de Berlín, ni de París, ni de otras capitales europeas, ni siquiera del Secretario General de OTAN – Mark Rutte, quienes ven en esta propuesta una invitación vedada para luchar directamente contra Rusia, debido a que rusos y ucranianos ya están en guerra, siendo el ingreso de los ucranianos algo que, como mencionó Rutte en octubre de 2024, se podría dar en algún momento del futuro. Boris Johnson, en su entrevista con “The Spectator”, en septiembre de 2024, manifestó que era posible hacerlo extendiendo la garantía de seguridad del Artículo 5 del tratado constitutivo de la OTAN, a todo el territorio ucraniano, actualmente controlado por Ucrania, al tiempo que se reafirma el derecho absoluto de los ucranianos a la totalidad de su nación de 1991. Así, la OTAN podría proteger la mayor parte de Ucrania, mientras que simultáneamente se apoya el derecho de Ucrania a recuperar el resto. Mencionaba Johnson que hay mucho margen dentro del tratado de la OTAN para hacer, sugiriendo que el Artículo 6 especifica que los países pueden ser miembros incluso si la garantía de seguridad no se aplica a todos sus territorios reconocidos internacionalmente. De esta forma, Johnson planteó que se le mandaría un masaje a Rusia en el sentido de que ya no son un imperio, no tienen un exterior cercano y no tiene una esfera de influencia, obligando a Putin a entender que Rusia puede tener un futuro feliz y glorioso uniéndose decididamente a las filas de las potencias post imperiales, como Gran Bretaña, siendo esto, algo bueno.

Evidentemente, Johnson, pasa por alto que su propuesta significa para Rusia aceptar una posición de subordinación frente Washington, como la que aqueja a los países de la U.E en este momento, con consecuencias económicas o políticas como las vistas en la actualidad, algo que Moscú no consentirá sin luchar. También pasa por alto el hecho de que aceptar en la alianza militar a un miembro que está siendo atacado, que está en guerra, para no involucrarse en la guerra haría de la Alianza Atlántica una organización internacional inútil, carente de sentido o propósito, siendo el ingreso de Ucrania a la OTAN un factor que sin lugar a dudas llevará a una lucha directa entre Washington y Moscú, ya que es algo que Rusia no permitirá debido a que precisamente por esa razón, es que ya está en guerra contra Kiev. El punto dos, de autorizar ataques con armas occidentales contra personal e infraestructura rusa en territorio internacionalmente reconocido como ruso, generó dudas en Washington y algunos de sus aliados, especialmente en torno a ¿qué blancos podría atacar Ucrania?, ¿cuántos centenares o millares de misiles y por cuánto tiempo, necesitaría Ucrania para lograr con esta acción un cambio estratégico en la guerra? y sobre todo, ¿cuál sería la respuesta de Rusia?, que no solo ya había mostrado su capacidad para interceptar misiles occidentales, como los ATCAMS, sino que en sus arsenales aún cuenta con armamento que no ha usado contra los ucranianos y que es devastador. Johnson, el gobierno ucraniano y otros gobiernos europeos como los de Polonia o los Bálticos, manifestaron que no existía ningún riesgo de escalada, que no se debe temer a Putin que siempre responde con bravuconadas o ruido de sables que resultan en nada, desestimando el poder nuclear ruso. Una reflexión desconcertante tomando cuenta no solo que ya hay una brutal guerra en curso, sino que los ucranianos venían de sufrir más de 160.00 bajas en la contraofensiva de 2023, acercándose a finales de 2024 a lo que podrían ser el millón de bajas.

El punto tres fue visto con suspicacia y como otro intento vedado por tratar de implicar a occidente de manera directa en una guerra contra Rusia, ya que la disuasión estratégica no nuclear podría significar muchas cosas, tales como la producción de armas occidentales en Ucrania, el despliegue de fuerzas de la OTAN o el fortalecimiento de las fuerzas militares ucranianas, un curso de acción que implican un mayor esfuerzo económico para continuar equipando y adiestrando las fuerzas de Kiev, al tiempo que se incrementan las probabilidades de un choque militar directo con Moscú. Este riesgo es contrario a los objetivos occidentales que en 2024 finalmente tendieron a centrarse en incrementar los costos, especialmente económicos para Rusia, a fin de debilitarla y forzarla en algún momento a retirarse, olvidando también Kiev que desde el punto de vista ruso esta guerra es existencial, mientras que para la administración Biden era un conflicto algo distante, que oscilaba entre la protección de los miembros de la OTAN, la ayuda a un país injustamente atacado en el que no estaba en juego ningún interés estratégico de EEUU y la necesidad de ajustar cuentas con Vladimir Putin, un actor al que Biden y amplios sectores del partido demócrata, acusan de haber atentado contra la sacra democracia estadounidense en 2016 y de haber ayudado a llevar al poder a la figura política más disruptiva de la historia de los Estados Unidos: Donald Trump. El punto cuatro, fue el único que generó autentico interés en occidente, ya que le permitía a EEUU y la U.E identificar de forma concreta una manera de recuperar los billones dólares – euros, que se han entregado a los ucranianos en su lucha contra Rusia.

El punto cinco era problemático, debido a que desconocía la densa interconexión existente entre la presencia militar de los EEUU en Europa, bien sea que esta aumente o se reduzca y la enorme influencia política de Washington en el contiene, así como con los multimillonarios negocios que se realizan en sectores como los de banca, defensa, seguridad, comercio o alta tecnología, algo que difícilmente los norteamericanos dejarían en manos de los ucranianos. De ahí que el plan de victoria presentado por el Presidente Zelenski haya sido recibido con escepticismo y que haya terminado envuelto en las causticas discusiones que rodearon el hecho de que no fue fácil identificar una estrategia propiamente dicha, coherente, por parte de la administración Biden. Esta situación se evidenció cuando en el marco de la aprobación de un paquete de ayuda para los ucranianos, por USD 61.000 millones, los miembros del Partido Republicano en el Congreso le exigieron al presidente Biden, desde marzo de 2024, presentar la “Estrategia” para enfrentar la guerra en Ucrania. Aunque los legisladores pusieron como plazo el mes de junio, solo hasta el 9 de septiembre, Biden remitió al Congreso un “reporte clasificado sobre su estrategia en Ucrania”, lo que generó frustración y recelos entre los miembros del Congreso que percibieron que la administración Biden-Harris no era transparente, que no tenía una estrategia debidamente formulada o que tenían temor de compartirla, una situación que influyó en la demora para la aprobación de los fondos. 

Finalmente, y en cuarto lugar, hay que destacar las decisiones tomadas frente a la guerra en Ucrania por Joe Biden tras la rotunda derrota de su candidata Kamala Harris y del Partido Demócrata, en las elecciones del pasado 5 noviembre, un resultado que evidenció el rechazo del pueblo estadounidense a las políticas externas e internas de la administración demócrata y que dio tanto a Trump, como al partido Republicano, mayorías en el Congreso, así como con un incuestionable respaldo popular. En ese sentido, fue de la mayor trascendencia la autorización dada por el Presidente Biden a Ucrania, filtrada por el New York Times en noviembre 17 y confirmada por la Casa Blanca el 22, para utilizar el Sistemas de Misiles Tácticos del Ejército (ATACMS), con el fin de atacar en profundidad el territorio de Rusia, en respuesta a la decisión de Moscú de incorporar cerca de diez mil tropas de Corea del Norte a la lucha. Esta era una autorización que el gobierno del Presidente Zelenski venía pidiendo desde hacía tiempo, un curso de acción que fue rápidamente seguido por autorizaciones similares por parte de Gran Bretaña (Misiles Storm Shadow) y Francia (Misiles /SCALP-EG), una disposición desconcertante, no solo porque fue la decisión de un gobierno al que le quedaba menos de un mes en el poder, sino también porque cruzó una muy sensible línea roja para los rusos, siendo su capacidad para influir en términos estratégicos en el curso de la guerra, muy dudosa. Lo más preocupante fue que se trató de la primera vez en la historia que un presidente de los Estados Unidos autorizaba utilizar directamente armamento estadounidense para destruir infraestructura militar, atacar y abatir personal militar ruso, dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Rusia, la mayor potencia nuclear del mundo.

Producto de ello y como respuesta a la autorización dada por el presidente Biden para atacar en profundidad a Rusia y de los posteriores ataques ucranianos a la región de Kursk, el Presidente Vladimir Putin ordenó a sus fuerzas militares contratacar, el 21 de noviembre, utilizando un novedoso misil balístico hipersónico de mediano alcance con cabezas múltiples teledirigidas, denominado Oreshnik. El misil fue disparado desde la provincia de Astracán y fue usado para destruir una instalación militar-industrial ucraniana en Dnepropetrovsk (Dnipro en ucraniano), siendo un arma que Rusia manifiesta que puede ser equipada con cabezas nucleares o convencionales, alcanzando una velocidad de mach 10, lo que le permite destruir cualquier blanco que sea atacado, sin que existan en este momento sistemas de intercepción para hacerle frente. Está acción fue acompañada por la promulgación, en noviembre, de la nueva doctrina nuclear rusa[4] en la que ahora se establece que la agresión contra Rusia por parte de cualquier Estado no nuclear con la participación o el apoyo de un Estado nuclear, se considerará un ataque conjunto y Rusia se reserva el derecho a utilizar armas nucleares en caso de agresión con armas convencionales contra ella y/o la República de Bielorrusia… o en caso de que represente una amenaza crítica para su soberanía o integridad territorial. De esta forma, Moscú envió una clara respuesta de despedida a Biden y sus aliados en Europa en el sentido de están en capacidad de ir más allá de simples bravuconadas o ruido de sables.

Las fallas de la administración Biden, el gobierno de Kiev y sus aliados en Europa al momento de tratar de derrotar a Rusia en el campo de batalla o de dejar a Kiev en una posición mucho más fuerte para negociar con Moscú son un aspecto crucial, no solo por el extraordinario número de bajas (muertos – heridos) sufridas por ucranianos y rusos (Este aspecto es controversial y ninguna de las partes enfrentadas maneja información pública confiable al respecto, sin embargo, Rusia estima que Ucrania ha sufrido más de un millón de bajas, la U.E estima que Rusia ha sufrido más 600.000 bajas, al gobierno ucraniano no reconoce más de 100.000 y Presidente Putin estimó una tasa de bajas de seis ucranios por cada ruso, lo que permitiría hablar de unas 250.000 a 300.000 bajas), sino porque cuando se analizan los datos de los limitados resultados alcanzados por Washington en el ámbito económico contra Rusia y se correlacionan con los resultados alcanzados en el componente militar, salta a la vista que Moscú está en una posición no solo mucho más fuerte que Ucrania, sino que ha mostrado una significativa resiliencia militar y una mejor capacidad de pensamiento estratégico, no siendo fácil identificar en que forma podrían ajustar los estadounidenses y sus aliados la estrategia militar, sin llegar a un enfrentamiento militar directo con Moscú o sin seguir desangrando a Kiev.

Pese a lo anterior, los estrategas de la administración Biden han tratado de reivindicar como exitosas las estrategias económicas y militares impulsadas para enfrentar a Moscú, en especial porque han permitido el fortalecimiento económico de EEUU. En ese sentido, destacan, como lo hizo el presidente Biden el 14 de enero de 2025, en las instalaciones del Departamento de Estado, que “Estados Unidos está ganando la competencia mundial en comparación con hace cuatro años, Estados Unidos es más fuerte, nuestras alianzas son más fuertes, nuestros adversarios y competidores son más débiles, no hemos ido a la guerra para que esto suceda” y eso es cierto, se ha hecho sangrar de forma importante a los rusos, pero también se ha debilitado significativamente a la U.E. Adicionalmente, tal y como lo mencionó el Senador Lindsey Graham, el pasado 15 de febrero, los ucranianos “son el aliado que he esperado toda mi vida, ni un solo estadounidense ha muerto defendiendo Ucrania… Han tomado nuestras armas y les han pateado el culo [a los rusos], estoy muy orgulloso de tenerlos de aliados», reafirmando lo dicho hace dos años por el mismo senador en el sentido de que la ayuda a Ucrania es «el mejor dinero que jamás se ha gastado». Finalmente, no se puede pasar por alto el hecho de que de acuerdo con la información del SIPRI, las 41 empresas norteamericanas del complejo militar industrial estadounidense dentro del top 100 global de compañías de este sector, han registrado en 2023 utilidades por 317.000 millones de dólares, una tendencia que se mantendrá en 2024 y que se espera se siga manteniendo debido a los negocios ya existentes para continuar amando los países de la U.E – OTAN como Finlandia, Suecia, Alemania, Polonia o los Bálticos, entre otros. Sumadas las utilidades obtenidas por las empresas de petróleo y gas estadounidenses con las de las empresas del complejo militar – industrial, es innegable que la guerra en Ucrania contra Rusia, ha sido uno de los negocios más rentables realizados por la Casa Blanca.

Evolución de los otros componentes

Frente a las estrategias impulsadas para alcanzar los otros objetivos definidos por los estadounidenses, los resultados no fueron mucho mejores que los obtenidos en los componentes económico o militar. Los esfuerzos de Washington para censurar los medios rusos, en especial RT, no avanzaron y las acciones destinadas a aislar políticamente a Moscú resultaron en general infructuosas, debido tanto al cansancio global ante la habitual retórica moralista estadounidense y de la U.E, que siempre parece encubrir unos objetivos mucho más prosaicos, como por el hecho de que el Kremlin continuó fortaleciendo sus relaciones políticas – económicas con países como Irán, China, India, Brasil, Turquía o Sudáfrica, así como con los países árabes, con los Estados de África, Asia Central o América Latina.

La intensa presión diplomática de Washington, Londres, Kiev y otros países europeos sin lugar a dudas quitaron dinamismo a las relaciones de Rusia con otros actores internacionales que se sentían intimidados ante el riesgo de ser castigados por EEUU y claramente el gobierno ruso no tenía relaciones, ni permitido el ingreso al jardín europeo, sin embargo, Rusia no quedó en ningún momento aislada como lo demostraron las visitas de Putin a China, Azerbaiyán, Vietnam, Mongolia, Kazajistán, Arabia Saudita o los Emiratos Árabes Unidos, así como las visita de los líderes de India, China o los Estados Africanos a Moscú y la realización de la Cumbre de los BRICS, en Kazán – Rusia, en octubre de 2024. Aunque Naciones Unidas condenó la agresión rusa a Ucrania, ni la ONU, ni su Comisión de Derecho Internacional fueron los espacios utilizados por la administración Biden para castigar políticamente a Rusia, la herramienta preferida por Biden fue el G7, un foro en el que los EEUU pueden utilizar de forma mucho más eficaz y sin ningún tipo de críticas, obstáculos o resistencias su poder político – económico, siendo este grupo el lugar donde se concertaron e implementaron las principales acciones contra Moscú.

Uno de los objetivos más llamativos de la administración Biden, fue aquel destinado a negar, oponerse o condenar cualquier logro de la historia rusa, así como de su arte, su cultura, su literatura, su civilización o su religión, así como cualquier relación histórica positiva entre Rusia – Ucrania. En desarrollo de este objetivo se impulsaron estrategias en las que pareció como si la profesional, meticulosa  y siempre competente diplomacia del Departamento de Estado, así como las de los países de la U.E, hubieran sido tomadas por el movimiento woke y la cultura de la cancelación, fue algo verdaderamente desconcertante de observar. Tal y como lo mencionó Nicolai N Petro y Arta Moeni, en su artículo “la locura de la nueva contención”, de mayo de 2024 para el Instituto Peace and Diplomacy de Washington, esta política “padece de una devastadora ausencia de cualquier visión esperanzadora de futuro, si Kennan[5] viviera hoy, aconsejaría a los dirigentes occidentales que, si bien se debía denunciar la agresión rusa, deberían tener mucho cuidado de no condenar al mismo tiempo la totalidad del arte, la cultura, la historia y la religión rusos… De hecho Kennan podría haber aconsejado a las élites transatlánticas que elogiaran las contribuciones de Rusia a la historia de la humanidad en materia de civilización y subrayaran que llegaría un momento en que sus logros pudieran volver a celebrarse como parte del patrimonio cultural común de occidente”.

Este curso de acción, tal y como lo mencionan los autores hace que Rusia vea un cruzadismo occidental maniqueo y liberal, que genera una reacción igualmente maniquea, envuelta en la tradición mesiánica cristiana de Rusia, un juego de suma cero entre las partes, olvidando que tanto Kennan como Nitze, los inspiradores de la contención, se opusieron firmemente a la expansión de la OTAN[6] y advirtieron contra la adopción de una postura agresiva contra Rusia al considerar que éstas políticas socavaban medio siglo de esfuerzos meticulosos para cultivar en Rusia la idea de que occidente no es su enemigo, aunque no siempre tenga las intenciones más amistosas u honorables. La indescriptible torpeza con la que la administración Biden se trazó e impulsó este objetivo es tal vez el aspecto más equivocado, lamentable y cuestionable, de toda la estrategia puesta en marcha contra Rusia.

Finalmente, uno de los ámbitos donde los objetivos de Biden lograron avances, generando una presión adicional sobre Moscú fue con la creación de problemas en el extranjero, especialmente en África (Sahel) y Medio Oriente (Siria). En África llamó la atención una emboscada realizada el 22 de junio de 2024, por insurgentes tuareg y fuerzas yihadistas, contra las fuerzas militares de Mali e integrantes del Grupo Wagner que opera en el país. La acción se saldó con la muerte de entre 50 a 80 hombres de Wagner y dos muertos así como una decena de heridos entre los hombres de Mali, una acción que llevó a la ruptura de relaciones diplomáticas entre los Estados de Mali y Níger con Ucrania (Kiev no tiene embajada en Bamako, capital de Mali, ni Malí en Kiev). Lo anterior, debido a que el gobierno de Mali manifestó que había comprobado el involucramiento ucraniano en el ataque, presentando como prueba de ello las declaraciones de Andrei Yusov (Portavoz de la agencia de inteligencia militar ucraniana) quien manifestó “se había proporcionado a los insurgentes la información necesaria y no solo información, que permitió una operación exitosa” a lo que se sumó la información de Le Monde, en el sentido de que espías ucranianos habían compartido sus técnicas de guerra con drones para ayudar a matar a contratistas de seguridad rusos. Estas declaraciones provocaron la indignación de Mali,  así como de otros Estados de África Occidental que acusaron a Kiev de apoyar el ataque, en el marco de la política de perseguir contratistas rusos donde sea que se encuentren. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania rechazó las acusaciones afirmando que los Estados africanos habían tomado una decisión precipitada y sin pruebas.

Además de este caso, el mayor éxito de la administración Biden fue, sin lugar a dudas, la caída de Bashar al Assad en Siria, en diciembre de 2024, un hecho que tomó por sorpresa tanto a Rusia, como al resto de la comunidad internacional. En ese sentido, el Presidente Biden mencionó que se trataba de “un acto fundamental de justicia que abría un momento de oportunidad histórica para los sufridos ciudadanos de Siria y que fue posible gracias a que Washington debilitó a los partidarios de Assad, destacando que tanto las sanciones económicas contra Siria, así como la presencia militar estadounidense y su apoyo a las milicias kurdas en el noreste le negaron a Damasco el acceso a tierras fértiles o yacimientos petrolíferos, al tiempo que los norteamericanos apoyaban a Israel en sus campañas militares en Gaza y Líbano” como respuesta a la brutal masacre cometida por la organización terrorista Hamas, en octubre 7 de 2023, acciones que permitieron debilitar a las organizaciones terroristas aliadas de Irán en la región, especialmente a Hezbollah, que era un pilar fundamental para la permanencia de Assad en el poder. Para el Presidente Biden fue claro que gracias a la combinación de, apoyo de sus socios, sanciones, diplomacia y fuerza militar específica cuando es necesario, es que fue posible abrir nuevas oportunidades para el pueblo de Siria y para toda la región, siendo también un golpe importante para Rusia que sin Assad corre el riesgo de perder su influencia en el país, así como sus inversiones y su presencia militar en el Mediterráneo Oriental que se ejerce desde las bases sirias de Tartús y Latakia.

Asimismo, para Biden y los demócratas, lo ocurrido en Siria, pese a que en el poder quedó en manos de Mohammed al Julani (Jefe del movimiento fundamentalista Hayat Tahri al Sham – HTS, conocido anteriormente como Frente Jabath al Nusra, filial siria de Al Qaeda y quien también tuvo vínculos con Estado Islámico), puede ser interpretado como una reafirmación de que frente a Rusia se ha llevado a cabo una estrategia exitosa y que lo único que se requiere es mantener la presión por más tiempo, tal y como como los manifestó tantas veces el presidente Biden, por todo el tiempo que sea necesario, hasta lograr el colapso de las variables socioeconómicas de Rusia y con ello avanzar hacia la caída del gobierno y las fuerzas militares de Moscú. Sin embargo, hay que ser cautos con estas conclusiones debido a que extrapolar los escenarios de Siria y Rusia – Ucrania puede ser un ejercicio equivocado debido a que las magnitudes de sus economías son muy diferentes, sus liderazgos también son muy distintos, la gigantesca devastación creada en todo el territorio sirio por más de catorce años de guerra no son posibles de lograr en Rusia sin desencadenar una guerra nuclear y en especial, para Kiev, es imposible desempeñar frente al Kremlin, el papel que desempeñó Israel devastando a los aliados de Irán en la región (Huties, Hamas, Hezbolá) y debilitando a la República Islámica.  

Reflexiones finales

Al aproximarse a la evolución actual de la guerra en Ucrania es claro que Rusia, pese a los duros golpes recibidos, tiene la ventaja, está más cerca de lograr sus objetivos[7] y de la victoria, aunque no en un sentido maximalista debido a que los ucranianos aunque retrocediendo aún mantienen la línea de frente y los rusos no parecen estar en condiciones de asestar uno o una serie golpes decisivos que dobleguen a Kiev, así como a la voluntad de la Unión Europea de seguir apoyándolos, tal y como se ha visto hasta el momento. Al tratar de reflexionar sobre las probabilidades de la paz de la administración Trump, es importante no pasar por alto las causas estructurales que llevaron a la guerra, causas que desde una perspectiva sistémica[8] muestran que la guerra que se desató en febrero de 2022, descansa en el hecho de que durante dos décadas y media se produjo una acumulación sistémica de tensiones que llevaron al resquebrajamiento de las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos – Rusia, que tomó forma definitiva con la llegada de Joe Biden al poder en 2021 y probablemente con la firma por parte de los Estados Unidos – Ucrania de la “Carta de asociación estratégica entre Estados Unidos y Ucrania[9]”. Este documento, que se empezó a negociar cuando el presidente Biden llegó a la Casa Blanca, entró en vigor el 10 de noviembre 2021, reemplazando la Carta de Asociación Estratégica EEUU – Ucrania del 19 de diciembre de 2008 y es un texto que pone de manifiesto el apoyo al derecho de Ucrania a entrar a la OTAN, así como su fortalecimiento militar.

En ese contexto, para Rusia en 2022, la densa interconexión que se creó producto de los intentos de Washington para desestabilizar a Moscú (Interferencia en las elecciones de 2011-2012) y a los países del espacio exsoviético mediante guerras hibridas, así como el comportamiento de EEUU en otros escenarios del sistema internacional (Ej. Irak, Libia, Siria, Kosovo, Serbia, etc.) que terminaron vulnerando sus intereses y la continua expansión de la OTAN que es vista como una espada de la política exterior norteamericana, más no como un escudo de la UE-EEUU, sobre las fronteras rusas; crearon una coyuntura critica en la que se configuró para el Kremlin una amenaza existencial y un temor creciente, que los llevó a usar la fuerza militar para hacer una última resistencia en defensa de su seguridad y de las minorías rusas en Ucrania, así como en pro de un sistema internacional multipolar, contrapuesto al sistema unipolar que Rusia observa en este momento y que responde en líneas generales a las órdenes, intereses y visiones de Washington. Por otra parte, para Biden y los demócratas, en 2022, la interconexión creada producto de la interferencia rusa en su sacro proceso democrático en 2016 que permitió el ascenso de una figura política tan disruptiva, polarizante y controvertida como Donal Trump; su voluntad de continuar expandiendo la OTAN hacia el este buscando que Ucrania se vuelva una democracia pronorteamericana, las agresiones rusas (Georgia 2008 – Crimea 2014 – Ucrania 2022) que vulneraron la seguridad europea, el convencimiento de que Rusia es una potencia derrotada[10], además de pobre, que exige más de lo que su fuerza real le permite demandar, así como la naturaleza agresiva, autoritaria e imperialista de Putin, crearon para los norteamericanos una amenaza a su primacía, a sus aliados europeos, a la libertad y a la democracia mundial, así como al orden liberal.

Ante estas posiciones iniciales en 2022 y aunque es claro que Rusia afronta toda la responsabilidad de ser el agresor, es equivocado plantear como lo hizo la administración Biden y sus aliados, que al no haber habido un ataque militar directo contra Rusia, no se había configurado ninguna amenaza para Moscú. En este momento, tras revisar los hechos en las últimas dos décadas y media así como casi tres años de guerra, se pone de manifiesto que sí existió una estrategia para debilitar o marginar a Rusia por parte de los norteamericanos, que en líneas generales se concibió desde medidos de los noventa, tomó un impulso conflictivo con la decisión de expandir la OTAN a Ucrania – Georgia en 2008, amplió su potencial desestabilizador con la caída del gobierno ucraniano y la toma de Crimea en 2014, adquiriendo un empuje fatídico en 2021, con la llegada de Biden y los demócratas al poder. De forma comprensible, al ser Rusia una potencia nuclear, las acciones de los norteamericanos se caracterizaron por ser opacas, asimétricas, ambivalentes e indirectas, pero no por ello dejaron de ser intrínsecamente conflictivas, una conflictividad que se percibe como aún más amenazante gracias a todas las potencialidades bélicas e hibridas que ofrecen los acelerados desarrollos tecnológicos de la IV Revolución Industrial de la actualidad.

La propuesta de Donald Trump parece reconocer de forma relativamente realista y pragmática que las estrategias impulsadas por la administración Biden para enfrentar a Rusia no han sido eficaces, han generado agotamiento y han fallaron en líneas generales, estando las prioridades del nuevo presidente de los Estados Unidos, más orientadas hacia China, el Ártico, Asia Pacífico o la frontera sur. Para Trump no existen en este momento mayores incentivos para continuar con unas acciones que ya mostraron sus limitaciones en lo económico o lo militar y que para llegar a tener éxito requeriría de una reformulación profunda en un sentido que no es claro en este momento o de mayores esfuerzos en vidas, tiempo, dinero o equipos que están por fuera de la voluntad política o del alcance de la producción del complejo militar industrial, siendo además un curso de acción que aumenta las probabilidades de un choque directo con Moscú, que en el peor de los casos, podría escalarse hasta lo nuclear. La oposición, obstáculos y riesgos de sabotaje que enfrentan tanto Washington como Moscú en las negociaciones son gigantescos, el daño sufrido entre las partes enfrentadas es monumental y los incentivos para ceder en las negociaciones aún no se identifican con claridad, estando previsto que lo que sea que se acuerde deberá pasar por los respectivos congresos. Este es un curso de acción que no está exento de dificultades, especialmente en EEUU, donde los demócratas saben que las mayorías de Trump en Cámara – Senado es probable que solo duren dos años, con lo que cualquier evolución negativa de las negociaciones o que se pueda presentar como contraria a los intereses del país, podrá ser utilizada contra Trump o su gobierno, bien sea con miras a las elecciones de Congreso en dos años o de la presidencia, en cuatro.    

Asimismo, la U.E, al ser dejada, junto con Ucrania, por fuera del proceso negociador en este momento, muy probablemente debido al apoyo irrestricto e irreflexivo dado a la estrategia de Joe Biden cuyas limitaciones ya eran identificables desde el primer semestre de 2024, ha quedado en una muy difícil coyuntura. Apoyar por si sola a los ucranianos es algo que parece estar por fuera del alcance de las golpeadas economías europeas, sus limitadas capacidades militares y su menguado complejo militar – industrial, siendo también las capacidades para desplegar tropas, bien sea para luchar junto a Ucrania o para respaldar un acuerdo de paz, un curso de acción que no genera mayor entusiasmo en las sociedades europeas cuyos gobiernos ven en la derrota ucraniana un golpe mortal a la expansión de la Unión Europea a las ricas tierras ucranianas, a la OTAN que sumaría una segunda derrota tras la caótica retirada de Afganistán en 2021 y el inicio del inevitable e incontenible avance de Rusia sobre la Unión, sin embargo, tampoco muestran mayor ímpetu para movilizarse plenamente para una guerra que, al parecer, ya consideran inevitable. Europa, que parece habitar en el país de los lotófagos[11], ha quedado paralizada en una serie de reflexiones que giran en torno a la necesidad de más Europa para resolver los problemas (Lo que sea que eso signifique), la necesidad de lograr la autonomía estratégica de EEUU (Un tema que lleva más de una década y media en la agenda política) y en la idea de ver en cualquier negociación con Rusia como la reedición de la Paz de Muchic (1938), que entregó Checoslovaquia a Hitler y que sentó las bases para la futura guerra de agresión que llevó a la Segunda Guerra Mundial. No cabe duda de que con nuevos lideres, algo más de pragmatismo y cabeza fría, la U.E debe abrir un espacio para repensarse y aprovechar todo el extraordinario potencial  derivado de su rica historia, de sus empresas, de sus centros de conocimiento, de su extraordinaria capacidad para resolver problemas complejos y de los éxitos que cosechó en el pasado el proceso de integración europeo.  

Ucrania es probablemente el actor que sale peor librado en la guerra indistintamente del resultado de las negociaciones o de que no se logre negociar y se decida escalar la guerra. El Presidente Zelenski no ha tenido una muy buena relación ni con Trump, ni con algunos sectores del partido republicano, situación que se remonta a 2019, cuando los demócratas llevaron a cabo el primer juicio de destitución (Impeachment) contra el Presidente Donal Trump por abuso de poder, al haber presionado a los líderes de Ucrania y a miembros del cuerpo diplomático estadounidense en Kiev, para que investigaran los negocios de Joe Biden y su hijo Hunter, en empresas ucranianas con el fin de utilizar esa información en la campaña de reelección de 2020. Adicional a esta situación, el Presidente Zelenski y su gobierno cargan con el lastre de no solo haber sido los actores centrales en la fallida estrategia diseñada por la administración Biden con todo lo que ello implica, sino que lamentablemente los estrategas ucranianos empezaron a realizar procesos de formulación cada vez más amplios o ambiciosos (Ej. Tal como ocurre con las sanciones económicas que solo pueden ser impuestas por EEUU o sus aliados, siendo Ucrania irrelevante en ese campo), pero sobre cuya implementación tienen una muy limitada o nula capacidad de acción, de allí que muchas de las estrategias propuestas dependieran finalmente de la voluntad de un tercer actor, como lo es el ejecutivo estadounidense.

Esto es algo muy problemático debido a que para el gobierno ucraniano, la guerra contra Rusia, con todos sus dramas y terribles tragedias, queda finalmente atrapada no solo en las dinámicas de extrema polarización de la política estadounidense, sino que también resulta subsumida en el caustico odio generado entre Trump, Biden, Putin, sus gobiernos, aliados y seguidores, debido a la extendida creencia dentro del partido demócrata de que fue la interferencia rusa la que llevó a Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Una acción con la que se atentó contra el núcleo y los valores fundacionales de Norteamérica en materia social, política, económica y de política exterior, un agravio mortal que ningún adversario de Washington se había atrevido a cometer y por el cual, como mencionó tantas veces el Presidente Biden, incluso antes del invasión de Ucrania, se le haría pagar. Esta es una lucha de la que Zelenski y su gobierno tiene pocas probabilidades de salir bien librados, como lo estamos viendo en este momento tanto con los cáusticos cuestionamientos en términos de la legitimidad de Zelenski para representar o comprometer al Estado ucraniano (Un aspecto medular si se quiere firmar un tratado o acuerdo que ponga fin a la guerra) por no haber llamado a elecciones en marzo de 2024 invocando el estado de Ley Marcial que impera en el país, como con las declaraciones de Trump en el sentido del bajo apoyo popular que tiene el presidente ucraniano y las exigencias del Ejecutivo estadounidense para que Ucrania firme un acuerdo que daría a las empresas de Estados Unidos el acceso a los recursos estratégicos del país (Minerales y tierras raras), siendo esta la forma de empezar a recuperar los billones de dólares que fueron entregados a Kiev.

Finalmente, lo acaecido en tierras ucranianas a la administración Biden vuelve a poner de manifiesto un problema estructural que está aquejando a Norteamérica y es el de la crisis del pensamiento estratégico[12] estadounidense, una situación que les impide formular estrategias viables frente a guerras tan complejas como la ucraniana y de responder a las dinámicas de conflicto en un contexto marcado por un sistema internacional en transformación como el actual, que parece estar moviéndose de un sistema unipolar, liderado por los Estados Unidos, hacia un sistema multipolar. Ucrania, al igual que Afganistán, Irak, Libia o Siria, es un campo de batalla en el que se libra una guerra a miles de kilómetros de las fronteras estadounidenses, es una brutal confrontación en las que ni sus empresas, ni sus ciudades, ni sus ciudadanos, ni su infraestructura, ni sus centros de poder se ven alcanzados por la destrucción que causa la implacable marcha de los ejércitos; por lo que no existen incentivos para reflexionar con rigor, objetividad, imparcialidad o profundidad, sobre el comportamiento y capacidades de pensamiento estratégico del adversario, en este caso Rusia. Esta situación pudo haber aquejado tanto a la administración Biden, como a muchos de sus aliados europeos, debido a que las acciones contra Rusia debían pasar por la mezcla de odio, desdén, desprecio, desconocimiento y deseo de retribución, que sentía el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos por Putin, por Rusia y su historia, un escenario sistémico, muy complejo, en el que es fácil el posicionamiento de sesgos o falacias lógicas en el proceso estratégico de toma de decisiones. Cuesta creer que los estadounidenses y sus aliados no haya previsto los efectos negativos que se causaría sobre las economías europeas en general o la economía alemana en particular, las masivas sanciones o el ataque al Nord Stream II, salvo que contaran con un muy rápido desplome de la economía, la sociedad, el gobierno y las fuerzas militares rusas, una valoración equivocada.

Bien sea que se revisen textos como el del General estadounidense Wesley K. Clark (¿Qué ha fallado en Iraq? – 2004), el del periodista Craig Whitlock, (Los papeles de Afganistán – 2020), así como la retirada de Afganistán (2021) o los resultados de la guerra en Ucrania a febrero de 2025, las limitaciones y problemas que están aquejando a los norteamericanos en materia de pensamiento estratégico (Una habilidad en la que confluyen, principalmente, el conocimiento de los líderes o generales, la capacidad organizacional, de cómo hacer las cosas para alcanzar un objetivo y la capacidad de futuro o de prever los acontecimientos antes de que sucedan), sieguen estando presentes, siendo poco probable que el presidente Trump pueda tratar de empezar a resolverlos, aunque tiene una pequeña ventana de oportunidad debido al enfoque empresarial que tienen algunos de los funcionarios que lo acompañan en este momento.

Es prudente terminar este texto recordando a George Kennan (1904-2005), el extraordinario diplomático estadounidense que sentó las bases de la estrategia de contención que permitió la victoria sobre la Unión Soviética durante la Guerra Fría (1947-1991), en su libro, “Al final de un siglo: Reflexiones 1982-1995”, texto en el que dedicó unas palabras a la división eslava de la Biblioteca Pública de Nueva York, allí mencionó que: “El amor por la cultura rusa es algo muy poderoso y muy singular, ese amor unía en aquellos días, como une todavía, a personas de inclinaciones ideológicas y políticas muy diversas y a menudo contrapuestas, también unía a los numerosos visitantes rusos con nosotros, los estadounidenses, que acudíamos a compartir su dedicación en número reducido pero siempre creciente… La biblioteca proveía y ha continuado proveyendo una especie curiosa de paraíso: Un paraíso de tranquilidad y decoro, de entendimiento, simpatía y apoyo sin palabras, y un paraíso de reverencia compartida por la historia grande y trágica, e inmensamente dramática y conmovedora del pueblo ruso y de los otros pueblos eslavos y bálticos (Kennan. 1996, Pág.337-339)”. Un genial recordatorio de la trascendental importancia de la perspectiva histórica, fundamental para los procesos de pensamiento estratégico, así como para lograr una mejor comprensión de Rusia, de la guerra en Ucrania y un elemento central que puede ayudar a mejorar las probabilidades de alcanzar un acuerdo que pueda resolver las causas estructurales de esta brutal confrontación entre pueblos eslavos.

Fuentes consultadas

  • https://2021-2025.state.gov/u-s-ukraine-charter-on-strategic-partnership/  
  • https://commission.europa.eu/topics/eu-competitiveness/draghi-report_en
  • https://es.euronews.com/2024/12/28/ucrania-pierde-la-batalla-por-la-region-rusa-de-kursk   
  • https://es.euronews.com/my-europe/2024/11/26/mapas-de-la-guerra-la-ofensiva-rusa-en-la-region-ucraniana-de-donetsk-cobra-impulso
  • https://media.realinstitutoelcano.org/wp-content/uploads/2024/09/ari120-2024-arnaletal-el-informe-draghi-no-deberia-terminar-en-un-cajon.pdf
  • https://peacediplomacy.org/2024/05/09/the-folly-of-a-new-containment/
  • https://russiancouncil.ru/en/analytics-and-comments/analytics/russia-s-economy-short-term-and-long-term-challenges/
  • https://swentr.site/news/610847-biden-foreign-policy-speech/
  • https://www.bloomberg.com/opinion/articles/2024-11-03/biden-s-biggest-foreign-policy-legacy-will-be-in-economic-warfare
  • https://www.cleanenergywire.org/news/german-households-still-pay-74-percent-more-gas-ukraine-war
  • https://www.foreignaffairs.com/articles/ukraine/2022-04-06/russia-ukraine-war-price-hegemony
  • https://www.foreignaffairs.com/united-states/antony-blinken-americas-strategy-renewal-leadership-new-world
  • https://www.france24.com/es/europa/20250206-ucrania-lanza-contraofensiva-en-kursk-al-cumplirse-seis-meses-de-la-incursi%C3%B3n-en-esa-zona-rusa
  • https://www.france24.com/es/programas/lo-m%C3%A1s-destacado-de-2024/20241219-la-guerra-de-rusia-en-ucrania-durante-2024-en-cinco-movimientos
  • https://www.politicaexterior.com/articulo/una-europa-vasalla-de-eeuu/
  • https://www.reuters.com/world/us/biden-administration-sends-congress-long-awaited-ukraine-strategy-report-sources-2024-09-09/
  • https://www.rt.com/news/609024-biden-credit-damascus-fall/
  • https://www.rt.com/russia/605523-mali-rebels-ukrainian-intelligence/
  • https://www.rt.com/russia/606270-zelensky-proposes-nato-enter-conflict-russia/
  • https://www.rt.com/russia/607577-autumn-frontline-russia-ukraine-conflict/
  • https://www.rt.com/russia/612657-russian-mod-ukrainian-casualties-kursk-region/
  • https://www.sipri.org/sites/default/files/2004%20AP%20press%20release%20ESP.pdf
  • https://www.spectator.co.uk/article/its-time-to-let-ukraine-join-nato/
  • https://www.youtube.com/watch?v=Ks0l_Zpt1xA
  • Kennan George F (1996). Al final de un siglo: Reflexiones 1982-199. Editorial Tecnos. NY.


[1] Sobre este punto se puede revisar la entrevista realizada por Tucker Carlson a Jeffrey Sachs, el 17 de diciembre de 2024, donde se aborda este punto, en el momento 1 hora, 26 minutos, de la entrevista https://www.youtube.com/watch?v=Ks0l_Zpt1xA

[2] Christine Lagard, presidenta del Banco Central Europeo manifestó en mayo de 2024 que “Confiscar activos rusos comenzaría a romper el orden jurídico internacional que se quiere proteger”, a lo que se unieron voces como las del Ministro de Finanzas de Italia, Giancarlo Giorgetti, dijo que sería «difícil y complicado» encontrar una base jurídica para embargar activos estatales de Rusia, y el ministro de Finanzas de Francia, Bruno Le Maire, afirmó que sencillamente no existe un sustento jurídico para hacerlo. Reflexiones contundentes que recoge a la perfección la sutil ironía de la administración Biden de defender un orden internacional liberal basado en reglas, violando las reglas o acomodándolas a conveniencia. Aunque en un curso de acción sin precedentes la administración Biden ya se había apropiado de las reservas internacionales del Estado Afgano (USD$ 7.000 millones) tras la toma del gobierno de Kabul por parte de los Talibanes en agosto de 2021, procediendo a repartirlas entre las víctimas norteamericanas del terrorismo, así como para apoyar refugiados afganos, al congelar las reservas de Rusia y promulgar la Ley REPO , que permitió al presidente confiscar, incautar, transferir o ceder los activos rusos que están sujetos a la jurisdicción de los Estados Unidos, con el fin de apoyar a Ucrania, se violó los principios básicos de seguridad de las reservas, así como el principio de “Inmunidad Estatal”. Este principio impide que otros Estados ejerzan jurisdicción sobre los actos de otro Estado, en ejercicio de su potestad soberana o sobre los bienes de los cuales es titular o utiliza en ejercicio de dicha potestad, vulnerando también de manera más específica la “inmunidad de ejecución” que establece que un Estado y sus bienes no pueden ser objeto de medidas de ejecución por los órganos judiciales o administrativos de otros Estados. De esta forma, las acciones de Estados Unidos terminan moviéndose en contravía del derecho consuetudinario, así como de lo estipulado en la “Convención sobre las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y sus bienes ”, firmada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en enero de 2005. Aunque la Convención aún no ha entrado en vigor y Estados Unidos no la firmó, un tratado de este tipo implica que los Estados manifiestan su acuerdo con el texto negociado y aunque aún no den su consentimiento para estar obligados, se espera un comportamiento mínimamente acorde con el espíritu del instrumento, en especial si defiende un orden basado en reglas. Esta acción del gobierno estadounidense y sus aliados del G7, sentó un peligrosísimo precedente jurídico que amenaza de manera silenciosa a los demás Estados del sistema internacional que son quienes más tienen que perder y temer, debido a que carecen de la capacidad para imponer medidas de ese tipo, en la misma escala o magnitud en la que lo hacen los Estados Unidos, de ahí que de manera discreta los estrategas de otros Estados, incluso algunos de ellos cercanos a los EEUU (Ej. Arabia Saudita), hayan tomado nota de estos hechos y manifestado inquietud por los riesgos de verse afectados en el futuro por acciones de este tipo. Finalmente, las decisiones económicas de los norteamericanos para debilitar a Rusia, han abierto la ventana para desencadenar enfrentamientos legales en los tribunales internacionales como la Corte Internacional de Justicia de La Haya, el Tribunal de Justicia de la UE en Luxemburgo o el Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito Sur de Nueva York y una guerra de confiscaciones, ya que Moscú ha sido claro al declarar que ese curso de acción supondrá costos judiciales – legales muy graves para quienes tomen tales decisiones, añadiendo que también Rusia podría confiscar los activos de países hostiles en el país, cuyo monto es mucho mayor que los fondos congelados en Europa.

[3] El aumento del presupuesto de defensa no fue meteórico como en el año anterior, en 2023 alcanzó los 109.000 millones de dólares, lo que demuestra un crecimiento bastante modesto del 7%. Esta desaceleración supuestamente no se debió a la falta de financiación, sino más bien a las limitaciones de la capacidad de producción de la industria de defensa nacional

[4] La nueva doctrina militar rusa establece que entre las condiciones que determinan la posibilidad de que Rusia utilice armas nucleares figuran las siguientes: 1) Obtener información fiable sobre el lanzamiento de misiles balísticos contra el territorio de la Federación Rusa y/o de sus aliados; 2) El uso de armas nucleares u otros tipos de armas de destrucción masiva por parte de un enemigo contra el territorio de Rusia y/o de sus aliados, contra formaciones militares y/o instalaciones rusas situadas fuera de su territorio; 3) Un ataque enemigo contra instalaciones estatales o militares críticas de Rusia, cuya inutilización perturbaría la respuesta por parte de las fuerzas nucleares; 4) Agresión contra Rusia y/o Bielorrusia con uso de armas convencionales que cree una amenaza crítica para su soberanía y/o integridad territorial; 5) La recepción de información fiable sobre un lanzamiento masivo de medios de ataque aeroespacial que crucen la frontera estatal de la Federación Rusa.

[5] George Frost Kennan (Febrero 16 de 1904 – Marzo 17 de 2005). Diplomático, politólogo e historiador estadounidense, que ayudo a estructurar la política de contención para enfrentar  a la Unión Soviética durante la Guerra Fría, siendo uno de los miembros del grupo de los ancianos de la política exterior conocido como «Los hombres sabios». Sus visiones quedaron recogidas en el llamado Telegrama Largo​ que envió desde Moscú durante 1946 y el subsecuente artículo de 1947 «Las fuentes del comportamiento soviético», que sentaron las base de la política llevada a cabo por EEUU frente a la URSS.

[6] Tal y como lo menciona Erick Levitz en su artículo para Foreign Interest de marzo 3 de 2022 – ¿Es américa culpable por la guerra de Rusia en Ucrania?, George Kennan, llamó a la expansión de la OTAN “Una torpeza estratégica de proporciones épicas”. Thomas Friedman, prominente columnista de la política exterior norteamericana, la llamo “el proyecto más mal concebido de la post Guerra Fría” y en 2014, Henry Kissinger, manifestó que “Occidente debe entender que para Rusia, Ucrania nunca será solamente un país extranjero, si Ucrania sobrevive y prospera, no debe ser un puesto de avanzada contra el otro [Rusia], debe funcionar como un puente entre ellos.., En cambio de unirse a la OTAN, Ucrania debe adoptar una postura comparable similar a la de Finlandia en la cual copera con Occidente en muchos campos, al tiempo que evita una hostilidad institucional contra Rusia”, asimismo, Kissinger también manifestó en febrero de 2014 que “Los ucranianos son el elemento decisivo, ellos pertenecen a una tierra con una historia compleja y una composición multilingüe, el oeste es en gran parte católico, el este en gran parte ortodoxo ruso, el oeste habla ucraniano, el este habla sobre todo ruso, cualquier intento de un ala de Ucrania de dominar a la otra conducirá eventualmente a una guerra civil o a una disgregación”. Zbigniew Brzezinski, Asesor de Seguridad Nacional de Carter, sugirió el modelo de Finlandia e insistió en que Ucrania “no puede participar en ninguna alianza militar que sea vista como una amenaza directa para Moscú, mientras que en su momento Vaclav Havel (1936-2011), protagonista de la Primavera de Praga (1968), último presidente de Checoslovaquia y primer Presidente de República Checa, comentó en una entrevista para Le Monde, en febrero de 2005, que “Rusia no sabe exactamente dónde empieza, ni dónde termina, en la historia, Rusia se extendió y se redujo, cuando convengamos tranquilamente dónde termina la Unión Europea y dónde empieza la Federación Rusa, entonces la mitad de la tensión entre las dos desparecerá… de hecho, la línea de fractura pasa a lo largo de Ucrania”.

[7] El Presidente Putin y su gobierno han manifestado que la guerra en Ucrania se libra para Evitar la expansión de la OTAN sobre las fronteras de Rusia con Ucrania, proteger la minorías rusas, y desmilitarizar – desnazificar a Ucrania.

[8] Se puede profundizar sobre este aspecto en: https://www.emerssonforigua.com/guerra-en-ucrania-de-la-acumulacion-sistemica-de-tensiones-a-una-redefinicion-del-sistema-internacional/

[9] Se puede consultar en: https://2021-2025.state.gov/u-s-ukraine-charter-on-strategic-partnership/

[10] Sobre este aspecto se puede consultar: Kagan Robert (2022). “The price of hegemony: ¿Can america learn to use its power?”. Foreign Affairs – May/June. Tomado de: https://www.foreignaffairs.com/articles/ukraine/2022-04-06/russia-ukraine-war-price-hegemony.

[11] Son un pueblo de la mitología griega que aparece en la Odisea de Homero. Se les llama así por comer principalmente “loto”, una fruta que produce un sopor placentero. Sus habitantes vivían en una isla llamada Lotofagia, en el mar Mediterráneo y el consumo de la planta, debido a sus propiedades narcóticas y mágicas, tenían un poder de hacer que las personas olvidaran su pasado, su hogar y sus seres queridos, deseando las personas quedarse vivir en la isla, sumergidos en el placer. Odiseo, el comandante de los ejércitos griegos y héroe de la Odisea, visitó el país de los lotófagos durante su regreso a Ítaca, aunque cae bajo el efecto narcótico de la planta logra recuperarse y se ve obligado a usar la fuerza para que su tripulación regrese a las naves para seguir navegando de regreso a su reino, en Ítaca.

[12] Se puede profundizar en este tema en el siguiente link: https://www.emerssonforigua.com/pensamiento-estrategico-e-historia-reflexiones-conceptuales-y-aproximaciones-a-como-fortalecerlo/

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Guerra en Siria 2011 - 2017

Autor:

Guerra en Siria 2011-2017: Aproximación los objetivos e intereses de Siria, Estados Unidos, Rusia y sus aliados. Publicado por Amazon KDP. Septiembre de 2018. Middletown DE – USA.

Descripción:

Desde marzo de 2011 la República Árabe de Siria se ha visto consumida por una brutal guerra que hunde sus raíces en la convergencia de varias confrontaciones interconectadas, que han sido alimentadas por actores nacionales, regionales y mundiales, quienes a partir de una particular identificación de objetivos, intereses, riesgos y oportunidades, tanto potenciales como reales, han decidido luchar con particular ferocidad. El conflicto continuó adquiriendo nuevas connotaciones marcadas por la profundización de una guerra muy degradada y por el incremento de las tensiones entre norteamericanos y rusos. ¿Qué factores internos y externos llevaron a la confrontación? ¿Cuáles son los intereses u objetivos de los actores involucrados en la guerra? y ¿Qué lecciones deja este conflicto? son algunas de las preguntas que se pretende responder con este breve texto, que busca contribuir a la comprensión de esta guerra.

Primera guerra mundial

A cien años del inicio de la Gran Guerra sigue causando consternación la manera en la que se concatenaron los hechos y se dio forma a las decisiones de los gobiernos europeos en respuesta al asesinato del Archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Imperio Austrohúngaro, en Sarajevo, a manos de un nacionalista Serbio. Las acciones puestas en marcha en ese momento llevaron a los pueblos de Europa a una titánica confrontación, incomparable en sus magnitudes y cuyas consecuencias marcaron el Siglo XX. En aquel verano de 1914 se desencadenó una compleja maquinaría de alianzas político – militares, que en los siguientes cuatro años consumió la fuerza vital de las naciones europeas. Las complejas visiones e intereses de las potencias europeas se vieron reflejados en el manejo de la política exterior, explicando en buena medida, las causas de la guerra. Sin embargo, la guerra también fue posible porque los gobiernos contaron durante parte de la misma con el apoyo decidido de la sociedad. En ese sentido, el presente libro busca presentar la forma en la que interactuaron los gobiernos entre sí y los gobiernos con sus sociedades antes de la guerra, dando cuerpo a sus causas.

Homo Furens o el hombre como guerrero

Autor:

Homo Furens o el hombre como guerrero. Publicado por Editorial Académica Española. Agosto de 2016. Dusseldorf – Alemania.

Descripción:

La guerra es tal vez la más compleja y perdurable de las actividades sociales que emprenden los seres humanos, siendo un referente cultural común para todas las civilizaciones. Los esfuerzos por comprenderla, librarla exitosamente o prevenirla, están dentro de los campos de estudio que requieren de mayor atención. Aunque la guerra colma las páginas de la historia e involucra un gran número de elementos que interactúan de forma constante haciéndola un sistema extraordinariamente complejo, sigue siendo una actividad en la que el individuo que la lleva acabo es central. Por ello en este texto se busca hacer una breve reflexión sobre la guerra desde ese nivel, el del individuo, el soldado, que es quien enfrentado a la dura realidad de la guerra se transforma en un Homo Furens, en un guerrero, una subespecie del Homo Sapiens, que surge por y para la guerra, definiendo su naturaleza, dándole fuerza y dinamismo, así como continuidad. Esta situación es resultado de varios elementos, siendo central los encantos o placeres que las personas, convertidas en guerreros, encuentran en la guerra.